Los restos de Fidel Castro ya reposan en el cementerio de Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba, ciudad donde empezó hace más de medio siglo la revolución cubana, cerca del panteón de José Martí, prócer de la independencia de la isla caribeña. El entierro, una ceremonia íntima y familiar lejos de las cámaras, puso punto final a las nueve jornadas de duelo oficial, que empezó el mismo día de su muerte, el viernes 25 de noviembre.

El último acto público tuvo lugar el sábado por la noche (hora local) en la plaza de la Revolución Antonio Maceo de Santiago, donde el presidente del país, Raúl Castro, evocó el espíritu de resistencia del régimen castrista a lo largo de los años y garantizó la continuidad del legado político de su hermano para continuar adelante con la «revolución socialista».

«Sí se pudo, sí se puede y sí se podrá superar cualquier obstáculo, amenaza o turbulencia en nuestro firme empeño de construir el socialismo en Cuba y garantizar la independencia y soberanía de la patria», afirmó ante decenas de miles de personas que se habían reunido en la plaza que gritaron «sí se puede». Raúl concluyó su discurso con un «Fidel hasta la victoria».

ORGANIZACIÓN METICULOSA / La ciudad portuaria de Santiago de Cuba, la segunda del país, fue el destino final del cortejo fúnebre con las cenizas del dirigente cubano que recorrió a lo largo de cuatro días prácticamente toda la isla caribeña, 900 kilómetros en total, en un baño de masas y culto extremo a la figura de Fidel organizado meticulosamente hasta el último detalle por el Gobierno. Como hizo el miércoles pasado en La Habana, la comitiva con los restos del líder histórico de la revolución recorrió las principales calles y plazas de Santiago -Fidel nació en Birán, una localidad cercana-, que estaban abarrotadas de gente que batía pequeñas banderas cubanas, se protegía del intenso sol con paraguas de diferentes colores y gritaba «Yo soy Fidel», la frase que se ha convertido en el eslogan durante estos días de luto oficial.

El cortejo se detuvo en los lugares más emblemáticos y simbólicos, como el cuartel de Moncada, en la actualidad una escuela, donde todavía son visibles las huellas de la batalla que libraron durante la revolución los guerrilleros de Sierra Maestra y las fuerzas del régimen militar del general Fulgencio Batista a finales de la década de los 50 y que está asociada a la célebre frase de Fidel «la historia me absolverá.»

El vehículo con los restos de comandante cubano también hizo una breve parada en la plaza de Marte, que alberga un busto del destacado guerrillero Camilo Cienfuegos, para que todo el público presente cantara de forma solemne el himno nacional. Las puertas cerradas del Iris Jazz Club y del salón de Son -la música tradicional de esta parte de Cuba-, ubicadas en la glorieta, recordaban cómo en estos días de luto las autoridades del país han prohibido todo tipo de espectáculos y de actividades festivas, así como vender y consumir bebidas alcohólicas.

Los canales de televisión, todos del Estado, han emitido todos los días sin excepción y durante las 24 horas programas dedicados exclusivamente a Fidel. Incluso los informativos han sino monotemáticos.

CADENA HUMANA / La movilización popular ha sido estos días similar en todas las ciudades y pueblos por donde ha pasado el convoy funerario, engalanadas para la ocasión con fotografías del líder fallecido y frases y consignas revolucionarias escritas por todas partes. Los centros públicos han convocado, congregado y dado las instrucciones necesarias a sus trabajadores para participar en la larga cadena humana que ha unido La Habana con Santiago de Cuba, de medio millón de habitantes.

El viernes, en la localidad de Jiguaní, situada a un centenar de kilómetros de Santiago, el artista Tomás Aviosa se apresuraba a acabar antes de que anocheciera unos enormes plafones de madera donde con exquisita precisión escribía con grandes letras de color rojo «Hasta la victoria siempre comandante». Mientras, la responsable del Partido Comunista de Cuba de la localidad supervisaba al resto del equipo que andaba pintando una bandera cubana de grandes dimensiones bajo un puente. «Todo tiene que verse de lejos y con claridad», ordenaba y repetía una y otra vez la responsable del partido.