«Loco» o «desequilibrado» para algunos. De apariencia «normal» para otros. Estas son las palabras con que algunos de los residentes de la calle de Nikola Tesla, de Saint-Etienne-du-Rouvray, han descrito a su vecino Adel Kermiche. El chico, que tenía 19 años y vivía con sus padres y hermana, fue identificado como uno de los dos atacantes que el martes degollaron a un cura en una iglesia de esta localidad de Normandía, en el norte de Francia.

«Estaba loco, hablaba solo», dijo una vecina en declaraciones al diario Le Figaro. Otros de sus conocidos coinciden en que enlos últimos años Adel se había radicalizado: «No hablaba de nada más que de Siria y de su sueño de ir a matar a los soldados de Bashar», afirmó un chico que cuando vio las noticias no tardó en relacionarlo con los atacantes. «Todo el mundo sabía que este chico era una bomba de relojería». Tal como contó a Le Parisien, lo reconoció por el brazalete, un dispositivo electrónico con el que la policía lo vigilaba desde marzo.

Y es que Adel era ya conocido por las fuerzas de seguridad.

En los últimos años había intentado viajar dos veces a Siria, según informó el fiscal general francés, François Molins. «El 13 de mayo del 2015 fue localizado y detenido en Turquía», dijo. Luego estuvo en prisión preventiva hasta el 18 de marzo del 2016 y ahora estaba bajo vigilancia electrónica.

«Su hermana, sus padres y yo hicimos lo que pudimos para que saliera de allí», dijo otro de los vecinos más próximos, que afirmó que Adel era «como un hermano pequeño» para él. La fascinación del joven atacante por el Estado Islámico parece que no era ningún secreto, tal como muestran sus supuestos perfiles de Facebook. En una de sus últimas publicaciones, habría compartido la letra de una canción del grupo terrorista que rezaba: «Solo por Alá hemos tomado esta decisión, matar con los corazones llenos de alegría».

Tras su detención en mayo del año pasado, la madre de Adel dijo al Tribune de Genève que la matanza del Charlie Hebdo había actuado como un «detonante» en la radicalización de su hijo. «Dijo que no podía practicar su religión en silencio en Francia», contó al medio, y añadió: «Hablaba con palabras que no le eran propias, estaba hechizado, como si estuviera en una secta». H