Un sacerdote cristiano degollado, de rodillas, en el altar de una iglesia de Francia. En otros términos, el ataque a la religión enemiga en uno de sus propios templos y en el corazón de su país europeo más odiado. A nivel simbólico, de cara a sus seguidores, el Estado Islámico (EI) se ha apuntado un enorme tanto propagandístico con el asalto a la iglesia de Saint Etienne du Rouvray, en el curso del cual dos terroristas que se proclamaron miembros de ese grupo decapitaron a un sacerdote e intentaron cortar la cabeza a otro rehén. Sobre todo porque ellos relacionan a los países occidentales con la religión cristiana, calificándo siempre a sus gobiernos de «cruzados» y definiendo al conjunto de Europa como «el Reino de la Cruz».

De cara a los franceses y, por extensión a todos los europeos, los yihadistas inoculan aún más la sensación de que han lanzado una auténtica ofensiva, un terror líquido en forma de una sucesión constante de ataques, muy distintos entre sí -atentados con bomba, ataques con arma blanca, atropellamiento masivo con un camión, toma de rehenes- con que quieren mostrar que pueden golpear en cualquier lugar, en cualquier momento y de cualquier modo. En un momento en que el grupo está en pleno retroceso en los territorios que controla en Siria e Irak, donde suma derrota tras derrota, esta ofensiva le permite mantenerse vivo y seguir siendo la gran amenaza terrorista global.

OFENSIVA YIHADISTA / Sobre todo porque es el cuarto atentado yihadista en apenas 12 días. El quinto si retocedemos un mes. Se produce pocas horas después de que en Alemania un refugiado sirio intentara sin éxito causar una masacre con una mochila bomba en un festival de música; ocho días más tarde del ataque con hacha en un tren de otro asilado, cuando no han pasado ni dos semanas de la masacre del camión en Niza y cuando no hace ni un mes de que un radical asesinó en su casa a dos policías. Una ofensiva, además, cuyos soldados pueden ser tanto integrantes entrenados y financiados por el EI como lobos solitarios.

La decapitación del sacerdote de 84 años Jacques Hamel por parte de los dos atacantes es para muchos agentes de la lucha antiterrorista una señal más de que una ofensiva yihadista está en curso. Estos expertos policiales ven en esta oleada de ataques es el resultado de varios fenómenos. Por una parte, sí parece haber una planificación. Haya ordenado de forma directa o no esos ataques, el EI sí tiene una estrategia para ellos.

SOLDADOS DEL EI / Los yihadistas han establecido un protocolo. Tras cada uno de esos ataques, el EI, a través de su agencia de noticias, Amaq, difunde un comunicado que responde al mismo patrón: define al terrorista como «soldado» del EI y sostiene que actuó siguiendo el llamamiento del grupo de atacar a los países de la coalición internacional que bombardea al grupo terrorista en su feudo de Siria e Irak.

EFECTO DE IMITACIÓN / «Es posible que haya un efecto mímesis. Que personas desequilibradas y que se han autoradicalizado vean en estas acciones terroristas que el momento ha llegado y que ahora les toca a ellos. Pero sí da la impresión de que hay una organización detrás, aunque solo sea en forma de llamamiento a actuar», comenta un responsable policial. Otro coincide en que se ha generado «un efecto llamada» entre personas inestables.

El EI también ha delimitado el por qué de ese ataque: según su propaganda, en el llamamiento a la acción al que estos terroristas han decidido responder, ordena golpear en los países que participan en la coalición internacional que les bombardea.

El ataque en la iglesia derriba dos tópicos. El primero, que el EI ataca solo en grandes ciudades, París, Londres, Madrid, Nueva York. Metrópolis donde cualquier acción garantiza una resonancia global. En esta ocasión, el ataque se ha producido en Saint-Etienne-du-Rouvray, una localidad de Normandía de apenas 27.000 habitantes. «Yo pensaba que (los atentados) ocurrían solo en las grandes ciudades y que esto nunca iba a pasarnos a nosotros», comenta una vecina.

El segundo tópico cayó en el momento en que se supo que uno de los terroristas de la iglesia era un tipo fichado como yihadista y que estaba bajo vigilancia. Tanta, que incluso llevaba un brazalete electrónico y solo podía salir de casa cuatro horas al día: de 8.30 a 12.30. Su participación en este brutal atentado deja patente que la policía no puede garantizar que no vayan a cometer atentados ni siquiera tipos sometidos a estrechas vigilancias.

El portavoz de la Conferencia Episcopal de Francia, Olivier Ribadeau Dumas, pidió a los fieles que no permitan que «sentimientos de ira o venganza afloren en sus corazones» ante el atentado. H