J Al margen de las noticias espectaculares, la situación de los refugiados en Alemania es más que complicada. Desde el pasado verano, el país se ha mostrado abierto a recibir un alto número de ellos, a la espera de un respaldo en la Unión Europea mediante un reparto que nunca llegó. Los albergues están colapsados, las administraciones también. Las condiciones de habitabilidad son muy precarias y los refugiados pasan meses en pistas deportivas sin ningún tipo de intimidad.

J Las protestas por esta situación no son extrañas. El jueves tuvo lugar una de ellas en Berlín, donde los residentes en un albergue montado en un centro de convenciones se quejaron de que hace meses que viven con chinches. La policía tuvo que intervenir. Muchos refugiados, además, sufren síndrome postraumático por venir de un país en guerra y no reciben el tratamiento psicológico adecuado, denuncian las oenegés. Uno de los cambios legislativos, además, impide en muchos casos la reagrupación familiar.

J A la cancillera alemana, Angela Merkel, el estallido de violencia le pilló fuera de Berlín y esperó hasta el sábado para emitir un mensaje de tranquilidad y reconciliación. Habló de pena, dolor, libertad y humanidad. El ministro del Interior, Thomas de Maizière, rechazó generalizar y extender las culpas a todos los refugiados. Todos los ministros callaron, menos la titular de Defensa, que puso al Ejército a disposición de la ciudadanía.