Michael Moore presentó Flint (Michigan) al mundo en Roger & Me , el documental de 1989 en el que abordaba las terribles consecuencias sociales generadas en su ciudad natal por la decisión de General Motors de trasladar miles de empleos a México en un momento en que los beneficios del fabricante de automóviles estaban por las nubes.

Aquel golpe agudizó la desindustrialización de Flint, una localidad que ha perdido la mitad de sus habitantes desde 1960. A medida que volaban los empleos, se marchaban las clases medias blancas y hoy es un reducto mayoritariamente negro y arruinado, donde el 41% de sus vecinos viven bajo el umbral de la pobreza. Uno de los muchos cadáveres industriales del llamado Cinturón del Oxido, como Detroit (Michigan), Gary (Indiana) o Camden (Nueva Jersey).

En medio de ese paisaje de casas abandonadas, jardines colonizados por la maleza y puentes corroídos, se ha gestado una crisis de salud pública que ha llevado al Gobierno federal y al estatal a declarar el estado de emergencia. En abril del 2014, un gestor financiero nombrado por el gobernador republicano de Michigan para restaurar la salud financiera de la ciudad decidió cambiar la fuente del suministro de agua para ahorrar unos cuantos millones de dólares.

Flint dejó de abastecerse del lago Hurón para extraer el agua del río Flint, conocido por su contaminación. Estudios previos habían concluido que para potabilizar su caudal era necesario tratarlo con agentes anticorrosivos, pero la agencia medioambiental de Michigan decidió que los 100 dólares diarios que hubiera costado la limpieza eran un coste demasiado elevado.

Viejas cañerías

Como resultado, el plomo de las viejas cañerías empezó a filtrarse en el agua que llegaba a las casas y, aunque los vecinos no tardaron en quejarse del líquido amarillento que salía de sus grifos, de su extraño sabor y de su olor punzante, las autoridades les ignoraron.

Un ayudante del gobernador Rick Snyder llegó a referirse despectivamente a quienes cuestionaban la calidad del agua como "un grupo anti-todo", mientras se acusaba a otros de convertir el tema en un "arma política arrojadiza", según apuntan los correos y memorandos internos hechos públicos esta misma semana por el gobernador.

Su administración acabó rindiéndose a la evidencia el pasado septiembre, cuando un hospital local concluyó que la proporción de niños con elevados niveles de plomo en la sangre se había doblado desde que Flint cambió su fuente de abastecimiento de agua. Un mes después, la ciudad volvió a conectarse al lago Hurón, dependiente de la red de Detroit. Muchos piensan que el daño ya esta hecho y no se descarta que la erosión causada en las cañerías esté todavía contaminando el agua. Según la Organización Mundial de la Salud, el plomo afecta al desarrollo del cerebro de los niños, reduciendo su coeficiente intelectual; genera cambios de conducta como la dificultad para concentrarse y fomenta comportamientos antisociales.

En las madres embarazadas, "puede provocar abortos naturales, nacimientos prematuros o pérdida fetal". Aunque no se sabe exactamente cuántos niños han sido expuestos al plomo, el departamento de Salud de Michigan considera que para hacer frente a la crisis hay que tratar a los 8.600 menores de seis años que hay en la ciudad como si hubieran estado expuestos. Flint tiene 100.000 habitantes.

El pasado 5 de enero Snyder declaró el estado de emergencia y una semana después la Guardia Nacional empezó a distribuir agua embotellada y filtros entre la población. Más tarde lo hizo el Gobierno federal, que ha desembolsado cinco millones de dólares en ayudas. "Lo siento y lo voy a arreglar", dijo Snyder la semana pasada.

"Si los niños de un suburbio rico de Detroit hubieran estado bebiendo y bañándose en agua contaminada, se hubieran tomado medidas", dijo Hillary Clinton en el debate de los candidatos demócratas a la presidencia del domingo.