La política de acogida a los refugiados ha proporcionado muchos elogios a la cancillera alemana, Angela Merkel, pero también le ha generado diversosdolores de cabeza. El último se desprende deuna encuestapublicada este sábado por el semanario 'Der Spiegel' en el que la popularidad de la dirigente alemana se hunde cinco puntos. Los resultados también la retrasan hasta la cuarta posición como miembro del Ejecutivo mejor valorada, por detrás de los ministros de Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, y Finanzas, Wolfgang Schäuble, y el presidente de la República, Joachim Gauck.

Más allá de la caída de Merkel, que supone la primera vez que no lidera las encuestas en esta legislatura, lo más revelador es el ascenso de seis puntos de Horst Seehofer, primer ministro del estado de Baviera, quién ha sido la voz más dura contra la cancillera por su acogida de miles de los refugiados que llegan a Europa. El también líder de la CSU, partido hermano de la CDU y aliado del Gobierno de coalición alemán, ha culpado reiteradamente a Merkel de generar una «situación caótica» en el continente y ha hecho temblar los cimientos del Ejecutivo.

Su golpe más bajo lo ejecutó la semana pasada al invitar al ultraconservador primer ministro húngaro, Viktor Orbán, al congreso anual del partido. Fue un claro y contundente reto a la cancillera. Orbán aprovechó entonces para criticar el «imperialismo moral» de Merkel.

La encuesta de opinión supone una ligera reprobación a la gestión de Merkel con los refugiados. Ligera porque la cancillera aún sigue teniendo una alta aprobación del 63%, mientras que el nuevo líder de las encuestas, el socialdemócrata Steinmeier, también es partidario de la acogida de refugiados y de un sistema de cuotas para repartirlos en Europa. Aunque la mayoría de los alemanes sigue viendo con buenos ojos las políticas migratorias de Merkel, los votantes conservadores son reacios a acoger más refugiados, mientras que la cancillera pierde fuelle en el este del país, donde la derecha se hace fuerte.

MÁS PETICIONES

La decisión más controvertida de Merkel fue abrir las fronteras y aceptar a los miles de personas que se encontraban bloqueadas en Budapest. Desde entonces Alemania se ha convertido en el país más solidario de la Unión Europea, siendo el miembro que más refugiados acoge y el que más ayudas proporciona. Hasta fin de año se esperan 800.000 peticiones de asilo más. El incesante alud de refugiados y la escasa implicación de Bruselas han hecho que Alemania se vea desbordada. Eso ha atizado el descontento de las bases más tradicionales de la CDU y está sacudiendo el liderazgo de Merkel. La solidaridad está teniendo un duro precio político.

Ayer fue el presidente, Joachim Gauck, el que entró en el debate político y advirtió que hay que poner límite a la acogida de refugiados. «Queremos ayudar. Tenemos un gran corazón pero lo que podemos hacer tiene límites», afirmó el dirigente que añadió: «Nuestra capacidad de acogida es limitada, aunque no sepamos donde está el límite». En el entorno de Merkel, el discurso parece reajustarse: se insiste en el deber moral de acoger a los refugiados y en la expulsión necesaria de los inmigrantes económicos.