Cuando el Papa Francisco habla, el mundo --esté de acuerdo con él o no-- escucha. Ese poder ha quedado de manifiesto esta mañana en la sede de Naciones Unidas en Nueva York, un organismo acostumbrado a los discursos y demasiado a menudo limitado a ellos donde, justamente por eso, el pontífice argentino ha reclamado más acciones y menos palabras. "No bastan los compromisos asumidos solemnemente, aun cuando constituyen un paso necesario para las soluciones -ha dicho Jorge María Bergoglio--. El mundo reclama pasos concretos y medidas inmediatas".

En una esperada intervención ante líderes de más de 150 países, reunidos para celebrar este fin de semana una cumbre sobre desarrollo sostenible y a partir del lunes el debate de la Asamblea General, Francisco ha pedido "renunciar a la construcción de una élite omnipotente" y hasta ha sugerido indirectamente la renovación del Consejo de Seguridad, controlado por cinco miembros permanentes.

Pero su discurso ha servido también para repetir y subrayar su mensaje progresista en lo económico y en lo medioambiental, urgiendo a la lucha decidida contra el cambio climático y pidiendo el fin de las desigualdades económicas. "La exclusión económica y social es un gravísimo atentado a los derechos humanos", ha dicho el Papa, que ha recordado también que "los más pobres son los que más sufren estos atentados".

Con ecos de las revoluciones latinoamericanas del siglo XX (presentes en reclamaciones de un "mínimo absoluto" que en lo material sería de "techo, trabajo y tierra"), Francisco no se ha quedado en el pasado. Y en su discurso ha reclamado, por ejemplo, que "los organismos financieros internacionales han de velar por el desarrollo sostenible de los países y la no sumisión asfixiante de estos a sistemas crediticios que, lejos de promover el progreso, someten a las poblaciones a mecanismos de mayor pobreza, exclusión y dependencia".

NUMEROSOS APLAUSOS

Frecuentemente interrumpido por aplausos, su discurso no ha tenido solo esa dimensión social, económica y moral y Bergoglio ha entrado de lleno en cuestiones concretas y prácticas del complejo mundo politico, estratégico y bélico de hoy.

Ha mostrado, por ejemplo, su expreso apoyo al acuerdo para frenar el programa nuclear militar en Irán, definiéndolo como "una prueba de las posibilidades de la buena voluntad política y del derecho, ejercidos con sinceridad, paciencia, y constancia. Hago votos --ha dicho-- para que este acuerdo sea duradero y eficaz y de los frutos deseados con la colaboración de todas las partes implicadas".

Alertando de "las consecuencias negativas de las intervenciones políticas y militares no consensuadas", ha puesto el foco también sobre la situación en Oriente Medio, el norte de África y otros países africanos y ha pedido un "examen de conciencia" ante conflictos vivos, entre los que ha citado concretamente Ucrania, Siria, Irak, Libia, Sudán del Sur y la región de los Grandes Lagos. "Hay rostros concretos antes que intereses de parte, por legítimos que sean", ha recordado.

Francisco ha sido también el Papa pacifista que ha pedido el freno a la proliferación de armas, sobre todo nucleares, y ha vuelto su atención también a la guerra contra el narcotráfico, que ha definido como una "guerra asumida y pobremente combatida".