Cerca de 25.000 personas estaban invitadas para asistir ayer a la canonización del español fray Junípero Serra en Washington, el primer santo canonizado en suelo estadounidense. El acto tenía una gran carga simbólica porque el papa Francisco quería enfatizar la aportación hispana a los orígenes de EEUU, una idea reforzada por su decisión de oficiar la ceremonia en español. Pero la santificación del franciscano mallorquín que estableció las primeras misiones de California en el siglo XVIII ha creado también una enorme controversia. Varias tribus indias acusan a Serra de servir de avanzadilla para el genocidio de las tribus indígenas de la región.

Nacido en Petra en una familia de campesinos, Serra (1713-1784) partió hacia el Nuevo Mundo cuando rondaba la treintena, después de haber estudiado filosofía y teología. Se estableció en México durante cerca de dos décadas y, en 1768, el visitador de la Nueva España, José de Gálvez, lo puso al frente de una expedición a la Alta California para cimentar la frontera.

Fue así como comenzó la colonización europea de California. Serra fundó las primeras nueve misiones del estado, los orígenes de ciudades como San Diego y San Francisco, una historia que se estudia en las escuelas públicas del estado y que el Congreso de EEUU quiso honrar colocando una estatua suya en el Capitolio en 1931. "Cuando llegó a California era un hombre poderoso", dice el profesor Steven Hackel, autor de Junípero Serra: California's founding father , una biografía sobre el misionero. "Sabía cómo amasar los recursos para construir misiones, pero en muchos sentidos su proyecto fue muy perjudicial para los indígenas. Miles murieron por enfermedad y fueron obligados a renunciar a muchos aspectos de su cultura", añade en una entrevista telefónica.

Aunque fue Juan Pablo II quien lo beatificó en 1985, su canonización es una apuesta personal de Francisco, que lo ha definido como "uno de los padres fundadores de EEUU, un ejemplo de la universalidad de la Iglesia". Su celo evangelizador es patente. Según las estimaciones, bautizó a más de 5.000 indios.

Los historiadores no se ponen de acuerdo sobre su figura. Sus defensores arguyen que, además de introducir la agricultura en el estado y alfabetizar a los nativos, denunció a los soldados que violaban a las mujeres indias y mataban a los hombres que se oponían, y medió para prevenir los abusos más crueles. Pero también está documentado que con su visión paternalista de los indios apoyaba los latigazos como forma de castigo por indisciplina o por fugarse de las misiones, donde eran confinados para trabajar y ser evangelizados.

"No fue el Bartolomé de las Casas de su tiempo, un hombre que defendió de forma clara y pública a las poblaciones indígenas", opina el profesor Hackel. "El argumento de que fue un humanista avanzado a su tiempo es una construcción moderna. Ofreció a los indios su religión, pero a cambio les pidió que sacrificaran su cultura". Para los supervivientes de algunas tribus indígenas, Serra no tiene nada de santo.

En una carta enviada al Vaticano, los Amah Mutsun le acusan de ser "el arquitecto del sistema de las misiones", un sistema "basado en el terror, que incluía la captura forzosa, la esclavitud, la tortura, la violación de los nativos, así como el alojamiento en instalaciones escuálidas que causaron la muerte de 150.000 indios californianos en las misiones".