En la plaza de la Revolución, un sitio donde se han pronunciado tantas consignas de muerte --Patria o muerte , Socialismo o muerte -- y se ha caracterizado por tribunas de confrontación, década tras década, la misa ofrecida ayer por el papa Francisco a la multitud de La Habana congregada --se dio la cifra de 300.000 personas-- fue un canto de esperanza y reconciliación, en el que se ausentaron cualquier referencia a asuntos políticos. Ni la reconciliación de Washington y La Habana; ni sobre los disidentes.

Fue un mensaje pastoral puro desde el inicio: "Fiel a su estilo, Jesús siempre plantea la lógica del amor. Una lógica capaz de ser vivida por todos, porque es para todos". Sobre la humildad, tan poco frecuente hoy y menos en quienes gobiernan con prepotencia, dijo: "Quien quiera ser grande, que sirva a los demás, no que se sirva de los demás; se vive en el compromiso concreto con el prójimo. Servir --añadió-- significa, en gran parte, cuidar a los frágiles de nuestras familias, de nuestra sociedad, de nuestro pueblo".

JUSTO Y CONGRUENTE Cuando tocaba estos puntos, tan de cerca a los cubanos, muchas personas de las ahí reunidas se miraban unas a otros como buscando el consentimiento de si lo que estaba escuchando era realmente así, tan justo y congruente.

También llamó la atención que un pueblo tan bullanguero e inquieto como el cubano, oyera con silencio respetuoso y en perfecto orden las palabras del Papa como para no perderse ni una sola. La sociedad cubana vive una crisis de valores, puede que la más profunda en más de medio siglo, el individualismo va primando sobre las necesidades de la colectividad, el sálvese quien pueda no importa a costa de qué.

Los niños, más que en ninguna de las otras dos misas oficiadas en el pasado en la plaza de la Revolución --antes fueron la de Juan Pablo II y Benedicto XVI-- estaban por todos partes y el color predominante fue el blanco: quien pudo, y casi todos pudieron, llevaron alguna prenda blanca, incluso figuras del Gobierno cubano. No fue una consigna, fue un acto espontáneo.

Respecto al tema de la ideología, tan dogmático en la isla, Francisco comentó que "nunca el servicio es ideológico, ya que no se sirve a ideas, sino que se sirve a las personas". El altar, que en cada una de las tres ocasiones de las misas papales en la plaza de la Revolución ha ocupado un sitio diferente, estuvo esta vez situado con la imagen del Che Guevara a la izquierda del santo padre y de José Martí, el apóstol por la independencia de Cuba, a la derecha.

En el transcurso de la homilía y más al finalizar, los rostros de las personas incluían una alegría que antes no tuvieron, la llevaban contenidas, como en espera, y ahora la dejaban salir. Así se fueron a casa y por el camino se escuchaba como las personas se referían a distintas partes de la homilía.

El Papa aludió también al proceso de paz de Colombia. Manifestó su apoyo a "todos los esfuerzos que se están haciendo, incluso en esta bella isla, para una definitiva reconciliación", en referencia a las conversaciones en La Habana entre el Gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). "Que la sangre vertida por miles de inocentes sostenga todos los esfuerzos para una definitiva reconciliación".

Miembros de la disidencia interna cubana, por otra parte, denunciaron decenas de detenciones y arrestos domiciliarios de opositores desde la llegada del papa Francisco a Cuba. La líder del movimiento Damas de Blanco, Berta Soler, dijo a Efe que fue detenida temporalmente ayer, tras la llegada del pontífice a la isla.