Salvados en Ceuta y Melilla

El debate sobre las cuotas empuja a refugiados sirios a dejar Marruecos

Que Europa, por fin, se disponga a acoger a miles de refugiados sirios ha llenado de esperanza a cientos de familias que han buscado protección en Marruecos. Las que llevan más tiempo esperaban ver el fin de la guerra para regresar a sus casas. Sin embargo, han pasado cuatro años y la guerra sigue.

Desde el inicio del debate sobre las cuotas para la distribución de refugiados, los sirios en diferentes ciudades marroquíes han vuelto a contactar con la mafia para llegar a Europa a través de las fronteras de Ceuta y Melilla.

"Nosotros nos vamos a Alemania porque allí tenemos amigos y muchos familiares en parecida situación que nosotros", explica Oussama Elyousfi, que acaba de entrar en Ceuta junto con su mujer y sus dos hijos menores de edad. Lo ha hecho en vehículo y con pasaportes marroquís falsos.

Los marroquís de Tetuán pueden entrar y salir el mismo día de Ceuta sin visado. La familia Elyousfi lo hizo con falsa documentación y tras pagar a la mafia 2.000 euros.

"Desde que el conflicto sirio surgió, una media de 30 sirios son transportados a la península cada semana. Entran con pasaportes falsificados, pero desde que Argelia impuso el visado el pasado mes de enero la presión migratoria se está produciendo a goteo", afirma una fuente española.

Embarcarse en patera

José Palazón, de la asociación Prodein en Melilla, lleva meses siguiendo a las decenas de refugiados sirios que acceden a la ciudad española desde Marruecos. "Lo hacen a un ritmo de entre 20 y 25 diarios", explica.

La mafia marroquí le propuso a la familia Elyousfi embarcarse en una patera, pero desestimó la oferta para evitar riesgos en el mar. "Teníamos dinero para pagar otras vías", prosigue Bouchra, la mujer de Oussama, agotada por los últimos tres años de angustia.

Cada día recibía noticias de la destrucción de su barrio (Daria) en Damasco, bastión de la oposición al régimen sirio. "Nuestra tierra está muerta. He perdido familia, amigos de la infancia. No me queda nada. Solo quisiera tocar una piedra de mi barrio para sentir mis raíces, la tierra donde viví", afirma entre lágrimas.

En Siria, Oussama trabajaba en un bazar. Casa, trabajo, estudios para los hijos. Una vida plácida bajo un sistema antidemocrático pero con las necesidades más elementales cubiertas. "¿Qué ha pasado para que todo se desmorone? ¿Quién está detrás de todo eso?", se pregunta. "Si tuviera que elegir entre el régimen de Asad o el mal del Estado Islámico, prefiero a Daech (Estado Islámico) porque al menos no violaría a mi hija, ni a mi mujer o hijo. La gente de Asad te viola primero para luego matarte".

En el Centro de Estancia Temporal para Inmigrantes de Ceuta (CETI) está también Bachar, de 28 años, que lleva varias semanas esperando conseguir el estatuto de refugiado político. "Mi caso se resume rápidamente. Vivía muy bien y ahora lo he perdido todo. La mafia me robó 8.000 euros. Volveré a Siria cuando haya paz".

Bouschra, mujer de Oussama, dice que cuando su hija reciba la nacionalidad alemana tendrá que explicar a la gente que "es alemana porque otros países árabes como Arabia Saudí" no los acogieron "a pesar de ser musulmanes".

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