Decía Barack Obama el jueves en una entrevista a la BBC que nada le ha causado mayor frustración e impotencia como presidente que los obstáculos que ha encontrado para "aplicar el sentido común" a las leyes de tenencia de armas y poner remedio a la epidemia de violencia armada que sacude a Estados Unidos. Lo que no sabía el jefe de la Casa Blanca es que solo unas horas más tarde sus palabras adquirirían, nuevamente, una siniestra actualidad en un cine de Luisiana. Un hombre blanco de 58 años compró la entrada para ver la comedia Trainwreck . Se sentó en su butaca y, poco después que comenzara la película. sacó una pistola semiautomática y empezó a disparar en una sala con 25 espectadores.

La tragedia se produjo en unos multicines de Lafayette, una pequeña ciudad del sudoeste de Luisiana, tres años y tres días después de que otro tiroteo en unos cines de Aurora (Colorado) se cobrara la vida de 12 personas e hiriera a más de 70. Esta vez hay dos muertos, una mujer de 21 años y otra de 33, además de nueve heridos de diversa consideración. Entre las víctimas está también el asaltante, John Rusell Houser, que, según la policía, se quitó la vida al verse acorralado por los agentes que respondieron a la emergencia.

Ese no era sin embargo su plan inicial, según las autoridades, ya que Houser lo había preparado todo para darse a la fuga.

Llegó a los cines en un coche de matrícula falsa y, en la habitación del motel donde se había instalado, se encontraron "pelucas, gafas y disfraces". Licenciado en Derecho y con antecedentes penales, Hauser llevaba una vida errante y padecía serios desequilibrios psicológicos. En 2008, su mujer acudió a los tribunales para pedir una orden temporal de alejamiento tras sufrir "varios episodios de violencia doméstica" que la llevaron posteriormente a divorciarse. En la denuncia lo describió como un hombre "maníaco depresivo y con desórdenes bipolares" y explicó que su comportamiento era errático y que tuvo que retirar todas las armas almacenadas en casa por temor.

Este es el tercer tiroteo de masas en lo que va de año. Como siempre que sucede, posiblemente volverá a hablarse de los estragos de las armas en las próximas tragedias, pero es una batalla perdida para la Administración Obama que ha sido incapaz de doblegar a los lobis de la pistola, sus aliados en el Congreso y a esos millones de estadounidenses que la consideran un derecho innegociable.

Lo poco que le queda al presidente es la indignación. "El número de estadounidenses asesinados por el terrorismo desde el 11-S no llega a los 100. Pero los números de la violencia armada, están en las decenas de miles", le dijo a la BBC.