En lo alto de la Sierra Madre, Joaquín el Chapo Guzmán es "el señor que ayuda a la gente". Sobre todo en esta región del estado de Sinaloa, dentro del conocido como triángulo dorado mexicano, donde sus paisanos lo arropan tanto como la amplia fortaleza natural. "Ahí se esconde de nuevo, apoyado por la población", asegura un agente de seguridad estadounidense 10 días después de que el capo se fugara del penal más seguro de México. "Nos alegramos", dicen en su natal Badiraguato.

Aunque lo buscan por todo el país, también las autoridades mexicanas creen que El Chapo está en su escarpado bastión de 60.000 kilómetros cuadrados. Ya años atrás decían: "Se necesitarían 100.000 soldados para rodear la zona y aun así no se tendría la seguridad de capturarlo". Y el arzobispo de Durango, Héctor González, abonaba: "No se le puede seguir la pista porque está en todas partes, es como omnipresente. Está en un lugar, amanece en otro, tiene grandes propiedades por doquier". El Chapo es una especie de dios, más que un Robin Hood, para los campesinos de este triángulo que une los estados de Sinaloa, Durango y Chihuahua con el rojo de la amapola y el verde de la marihuana. "Hay mucha labor: preparar el almácigo, los planteles, y después recolectar, empacar". Trabajan hasta los niños, como lo hizo "el patrón". Ahora, además, en los laboratorios de anfetaminas, desde la sierra hasta los sótanos. "Siempre da dinero o trabajo".

En la aldea de La Tuna, donde Guzmán nació hace 58 años, destaca la casa búnker en la que vive su mamá, de 86. También la iglesia, que él le hizo, contrasta con las humildes construcciones de la sierra. El credo de la madre inspiró al capo para crear una red de lavado de dinero en el cono sur americano con fachadas de iglesias evangélicas y judías. "Es una mujer digna de respeto, se dedica a su casa y a la oración", dice el alcalde, Mario Valenzuela. El alcalde asegura que "la droga no es la única actividad" en Badiraguato. Pero reconoce que "más de la mitad de la población" se dedica a su cultivo. Los vecinos comentan: "Aquí no hay delincuentes. Es cosa de trabajo, ni siquiera de riqueza". La gente sigue hablando claro y aunque Valenzuela afirma que hay un gran despliegue policial, no se ven en el entorno los convoyes y retenes militares que perlan el resto de la geografía mexicana. Monte arriba, los aldeanos resaltan: "El siempre ayuda a la gente".

Fiesta y favores

En lugares perdidos en medio de vegetación lujuriante, lo esperan: "Llegaba siempre con alimentos y rebaños. Había fiesta y luego cola para pedirle favores. Arreglaba la escuelita". En el otro extremo del triángulo, en lo alto de la sierra de Durango, recuerdan "la más espectacular aparición". Un día de invierno, hace ocho años, 200 motoristas con pasamontañas y uniforme negros, metralletas colgadas y pistolas al cinto, llegaron al pueblo de Canelas y se apostaron en todos los caminos y calles. Fueron aterrizando avionetas, hasta que de una bajó El Chapo.

Con su cártel de Sinaloa convertido en multinacional con franquicias, el capo llegó para ofrecer un baile, amenizado por Los Canelos de Durango, que presumieron con el movimiento de caderas sus pistolas. Un baile en honor de la jovencita Emma Coronel, a la que eligieron reina de la feria del café y la guayaba y con quien se casó, en su cuarta boda.