La crisis griega vuelve a rozar el surrealismo. Pocas horas antes de que el Parlamento heleno se pronunciara sobre las condiciones draconianas del tercer rescate, el Fondo Monetario Internacional insistió que a menos que se apruebe una quita a la deuda griega este tercer paquete de ayudas no servirá para que su economía remonte el vuelo. Tanto es así que el Fondo ha condicionado su participación en el rescate a la condonación de parte de los 312.000 millones de euros que el organismo internacional considera impagables.

El Fondo vuelve a chocar con Alemania y el resto de acreedores europeos. Uno de sus altos cargos afirmó el martes a la prensa de forma anónima que para supervisar el rescate y contribuir a su financiación, los acreedores tendrán que "aceptar criterios" del Fondo. Uno de esos criterios, añadió, "es la sostenibilidad de la deuda". Pero el análisis sobre la sostenibilidad de la deuda realizado por la Comisión Europea y el Banco Central Europeo, y que sirvió de base en la negociación al Eurogrupo, no va tan lejos como el informe del FMI. Reconoce que en Europa también existen "serias preocupaciones" sobre la deuda y admite que Grecia necesitará medidas de alivio, incluida una especie de reestructuración suave en forma de alargamiento de los plazos de amortización o una rebaja de los tipos de interés. Una opción, sin embargo, que los socios no pondrán sobre la mesa hasta que las autoridades griegas demuestren sus compromisos con las reformas. El análisis preliminar eleva la deuda helena en el peor de los escenarios al 187% en 2020, un nivel muy inferior al 200% que augura el FMI en dos años.

Si hay algo inasumible para todos los gobiernos europeos es una quita. Una línea roja tanto en el norte de Europa como en el sur, aunque ha sido el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, quien con más rotundidad la ha descartado.