Para algunos es el comienzo de una nueva era; para otros, un error catastrófico. De lo que nadie duda, sin embargo, es de la trascendencia histórica del acuerdo que alcanzaron este martes Irán, Estados Unidos, China, Rusia, Francia, Reino Unido y Alemania para restringir el programa nuclear iraní durante los próximos 15 años. Con el documento sellado en Viena, será prácticamente imposible que Teherán pueda fabricar armas nucleares sin que el mundo lo descubra antes y, como recompensa, Irán dejará de ser un paria en la escena internacional. Se trata del triunfo de la diplomacia sobre la guerra tras más de una década de amenazas cruzadas, negociaciones estériles y terrorismo encubierto.

Nada de esto hubiera sido posible sin la flexibilidad, el pragmatismo y la valentía demostradas por el presidente de EEUU, Barack Obama, y su homólogo iraní, Hassan Rohani. Al poco de llegar al poder, Obama tendió la mano a los enemigos históricos de su país en busca de un orden mundial basado en la cooperación y el diálogo. Solo le ha fallado Rusia. El resto del puzzle ha acabado encajando, como demuestra el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Myanmar y Cuba. «Este acuerdo nos ofrece la oportunidad de avanzar en una nueva dirección. Deberíamos aprovecharlo», dijo desde la Casa Blanca al anunciar el más preciado de los objetivos que buscaba para su legado.

Algo parecido podría decirse de Rohani, que ha sabido sortear el muro de dogmatismo clerical en Teherán para entenderse con el Gran Satán y dar salida a los anhelos de cambio de su población. Para Irán es un triunfo mayúsculo. No solo mantiene sus instalaciones intactas y la capacidad para enriquecer uranio, en contra de lo que quería Israel o la Administración de Bush, sino que dirá adiós a las sanciones. Sin esas cadenas, su economía podría crecer a un ritmo del 7% durante los próximos años, según algunas estimaciones, al tiempo que se doblan sus exportaciones de petróleo. Del desbloqueo de los activos que tenía retenidos en el extranjero por las sanciones ingresará unos 100.000 millones de dólares, más de lo que se prestará a Grecia en el tercer rescate europeo.

La gran incógnita es qué significará este acuerdo para Oriente Próximo y la relación entre Estados Unidos e Irán. Si contribuirá a la estabilidad regional al desactivar temporalmente uno de sus focos de tensión, como sostenían este martes los gobiernos de Omán e Irak, o servirá para que Teherán utilice su nuevo poderío económico para tratar de imponer su hegemonía en la región y apuntalar a sus satélites, como Hizbulá, Hamás, los hutís yemenís o el Gobierno sirio de Asad. Esta es la idea que abanderan Israel, Arabia Saudí o los detractores del pacto en EEUU pero, como escribía Richard Nephew en 'Foreign Policy', es una posibilidad exagerada porque después de más de una década de sanciones los líderes iranís «necesitan invertir en casa para asegurarse su futuro».

COOPERACIÓN EN IRAK Y AFGANISTÁN

Con el pacto de Viena, Obama da entender que está dispuesto a reconocer el peso geopolítico de Irán en la región y a permitirle que ejerza cierta influencia. Ambos países ya cooperan en Irak y Afganistán en la lucha contra el Estado Islámico, y no se descarta que esa cooperación aumente en asuntos puntuales. Pero de ahí a sostener que el acuerdo propiciará un realineamiento con Teherán y la ruptura de la alianza histórica que Washington mantiene con los régimenes árabes sunís media un abismo. Por el mero hecho de que todos los aliados de Irán son para Estados Unidos grupos terroristas o cosas peores y nada indica que los clérigos iranís tengan ninguna intención de dejar de enviar armas a Damasco o a Gaza.

Lo que sí podría ocurrir, como escribía el columnista Michael Young en 'Now Lebanon', es que «los americanos estén menos dispuestos a desafiar los intereses iranís en Irak o Siria, lo que posiblemente aumentaría la radicalización suní en ambos países». La otra duda es qué pasará con la cacareada carrera nuclear en Oriente Próximo. Los saudís han declarado que si se permite a Irán mantener su programa nuclear, ellos lo emularán. Cosas de la disuasión. Pero falta saber la lectura que hacen. Si el pacto se interpreta como un freno al programa iraní o como su legitimación.