Con su marido lejos, Sunthalia tuvo que trabajar sola durante horas entre los escombros de su casa en una ladera próxima al epicentro del terremoto para sacar los cuerpos sin vida de su hija de 10 años y su hijo de 8. Otro hijo de 4 años sobrevivió milagrosamente. Otras tres viviendas en el remoto asentamiento donde vive, a una hora de camino a pie por el verde valle de Gorja, se derrumbaron. Todo estaba mortalmente silencioso el sábado tras el terremoto, recuerda. "Pude ver los dedos de mi hijo moviéndose entre la pila de escombros. Así es como pude verle y salvarle", relata Sunthalia, sentada en el suelo junto a su hijo.

El hedor del ganado muerto bajo los escombros de su casa es intenso. Por el momento hay poca ayuda del Gobierno; lo único que familias como la suya han recibido es una fina lona para cobijarse. Cuatro días después del terremoto, las autoridades tratan de determinar la magnitud del desastre en la región de Gorja y en Lamjung.

Muertos sin sepultura

Las comunidades están tan dispersas en Gorja que a algunos asentamientos más al norte, en las zonas de Barpak y Laprak, solo se puede llegar caminando después de tres o cuatro días. Se teme a que haya más gente como Sunthalia, personas solas en asentamientos aislados, enterrando a sus muertos y viviendo a la intemperie sin comida, agua o acceso a atención médica urgente. Los helicópteros del Ejército no encontraron un lugar apto para aterrizar en la zona de Barpak el lunes y lanzaron paquetes de comida con la esperanza de que los supervivientes puedan recuperarlos. Shyam Lal Shreshta, que perdió a su mujer y a su suegra, esperó durante varias horas para intentar organizar una cremación. Pero ante la caída de la noche, él y su hijo cogieron los cuerpos, los llevaron a la orilla del arroyo y los enterraron allí. "No hemos recibido nada de nadie. No está en Gobierno, ni la Cruz Roja, ni siquiera tenemos una tienda para sentarnos y llorar nuestra pérdida", se queja.