Ell último recuento que se escuchó anoche hablaba de más de 1.300 muertos. Era el demoledor saldo de un terremoto de 7,9 en la escala Richter que convirtió Nepal en un territorio de ruinas, de destrucción, de cuerpos aplastados. El seísmo se hizo notar especialmente en el área central del país, entre la capital, Katmandú, y la ciudad de Pokhara. Hubo también víctimas en la India, Bangladesh, Tíbet y la montaña del Everest, donde las avalanchas causaron estragos. Hacía más de 80 años, desde 1934, que Nepal no padecía una sacudida tan mortífera.

El Gobierno, abrumado, declaró el estado de emergencia en las áreas afectadas, y desde todo el mundo llegaron ofertas de ayuda para un país empobrecido de 28 millones de habitantes. Miles de personas pasaron la pasada noche a la intemperie tras una serie de réplicas que amenazaban con elevar mucho más la cifra de víctimas.

El terremoto derribó centenares de edificios, destrozó otros cientos, abrió grietas en las carreteras y arrojó a la población fuera de sus casas dañadas. El seísmo tumbó la torre Dharahara, en Katmandú, que data del siglo XIX y formaba parte del patrimonio de la humanidad.

Un portavoz de la policía dijo que la cifra de personas muertas, solo en Nepal, había llegado a 1.341, la mitad de ellos en el valle de Katmandú. Otras 36 víctimas mortales se registraron en el norte de la India, 12 en el Tíbet chino y cuatro en Bangladesh.

LA MAGNITUD Una turista india, Devyani Pant, reveló a la agencia Reuters que se encontraba en una cafetería de Katmandú con sus amigos cuando "de repente empezaron a temblar las mesas y los cuadros en la pared cayeron en el suelo. Grité y corrí afuera", explicó desde la capital. "Ahora estamos recogiendo cuerpos y llevando a los heridos a las ambulancias. Acu-