Los españoles cogían el coche, el tren y se iban a ver "qué era aquello de la libertad que estaba al pasar Badajoz", cuenta el historiador español Gregorio Sabater, que prepara una tesis sobre cómo las transiciones de Portugal y España se miraban la una a la otra. En las universidades se cantaba Gr ndola, Vila Morena , el himno de la revolución portuguesa, y los militantes de la oposición española llegaban en autobús a Lisboa. "Cuando los portugueses veían a españoles, les gritaban 'fascistas' y ellos les tenían que explicar que ellos querían la libertad también", explica.

En un primer momento, la Revolución portuguesa alentó a la oposición española a aspirar a una ruptura con la dictadura siguiendo el ejemplo portugués y convenció a las fuerzas franquistas de que había que acelerar la máquina reformista. Sin embargo, la radicalización del proceso revolucionario a partir de septiembre de 1974 --y sobre todo el siguiente verano caliente de nacionalizaciones y ocupación de tierras-- alteró el "mito portugués". Según Sabater, la dictadura franquista azotaba el temor a un "mediterráneo rojo". "El franquismo utilizó ese miedo para desacreditar la opción rupturista", explica.

El Partido Comunista de España se distanció "taxativamente" de la aventura portuguesa. "A Carrillo lo criticaban muchísimo. Hasta un miembro de la diplomacia soviética en París contacta al PCE y le dice: '¿cómo estáis haciendo esto a los portugueses?'". La derecha portuguesa observaba a España y aspiraba a seguir el ejemplo de la UCD. Pese a los desencuentros, Portugal y España empezaron a "mirarse" en esos años. Aquel abril la vieja pareja volvía a encontrarse y, 40 años después, con la crisis compartida, Sabater dice que también parece que empiezan a escucharse más.