A partir de las nueve de esta noche terminará una época política de 20 años de duración, condicionada, según algunos para bien y según otros para mal, por la presencia de Silvio Berlusconi en las instituciones políticas italianas.

A casi cuatro meses de distancia de la sentencia definitiva que le condenó a cuatro años de prisión y que comportaba la aplicación "inmediata" de la ley anticorrupción que cancela la elección de quienes hayan sido condenados a más de dos años, el pleno del Senado vota hoy su expulsión del Parlamento. Para los países extranjeros tal vez se trate de una anécdota, para Italia representa un hito histórico.

A partir de mañana la izquierda, enzarzada en una transformación que dura desde la caída del Muro de Berlín (1989), deberá decidir quién y qué es y cuál es su proyecto de país, más allá de declararse antiberlusconiana. De su parte, huérfana del líder máximo, la derecha podrá demostrar si, más allá de la monarquía, de Benito Mussolini y de la Democracia Cristiana, es posible construir en Italia un partido conservador liberal, moderno y, de paso, no subalterno al Vaticano. Tal vez los dibujantes de sátira política pasen al paro, aunque en la sexta economía mundial con la deuda más alta del mundo después de Grecia, quizás se trate de un aspecto secundario.

En el Senado existe una holgada mayoría progresista, moderada y de izquierdas claramente favorable a la "decadencia" de Berlusconi, que desde hace una semana está disparando los últimos cartuchos para su defensa. De forma probablemente inútil, porque de acuerdo con su edad y la oferta de un cura amigo suyo, transcurrirá el 2014 lavando los retretes de una comunidad de drogadictos --metáfora usada por el mismo Berlusconi-- como servicio social a la nación, a cambio de no ingresar en prisión.

Sin embargo, Berlusconi se resiste a la aplicación de la condena y para esta tarde ha organizado una manifestación de solidaridad popular frente a su vivienda romana. El comité para el orden y la seguridad de la delegación del Gobierno en Roma ha dispuesto medidas especiales para que evitar altercados.

Lo que no es difícil, ya que durante esos 20 años lo importante, decisivo y discriminante no ha sido si los gobiernos de Berlusconi gobernaban bien, sino la adhesión incondicional al líder, independientemente de cuanto hiciera. Si salió a la luz el bunga bunga de decenas de jóvenes que se prostituían en el altar del dinero y quizás la fama de obtener algún papelito en una televisión provincial, no fue por méritos de la izquierda o por un sobresalto de la reducida burguesía del país, sino porque Veronica Lario, esposa del político, dictó a la agencia nacional de noticias ANSA que su marido debía ser ayudado, "porque está enfermo".

FUTURO DEMOCRATICO Su expulsión del Senado "será solo el principio", amenazó ayer Berlusconi en una de las numerosas entrevistas y ruedas de prensa de la traca final. Explicó que hoy bajan a la calle "todos aquellos que están interesados por el futuro de nuestro país, no para defenderme a mí, sino el futuro democrático de Italia". Advirtió sutilmente a progresistas e indignados que su decisión no será sin consecuencias para sus hijos y lamentó, se quejó y criticó al jefe del Estado, Giorgio Napolitano, por no "haberme dado la gracia", un acto de clemencia que tampoco Berlusconi había solicitado. Las cosas "siguen su curso legal", se limitó a subrayar Napolitano.

Según los tribunales de primera instancia, Apelación y el Supremo, Berlusconi cometió una estafa fiscal, estimada en 7,5 millones de euros, al comprar derechos de autor para obras audiovisuales en EEUU destinadas a Mediaset, su grupo televisivo. Sin embargo, dichas obras fueron vendidas y recompradas varias veces por firmas extranjeras del grupo, provocando aumentos de precio ficticios "para constituir fondos negros".