A Corea del Norte se le acaba el arsenal léxico. Su reciente declaración de que entraba "en estado de guerra" con el vecino del sur es más pirotécnica que sustancial: lo están desde que la Guerra de Corea terminó en 1953 con un armisticio que nunca derivó en tratado de paz. A principios de mes ya había anunciado que cancelaba los pactos de no agresión y cortado el teléfono rojo con Seúl. Después avanzó una "guerra nuclear preventiva" y señaló a EEUU. El viernes colocó en posición de espera sus baterías de misiles que apuntan a intereses estadounidenses. El mes ha transcurrido con amenazas a ritmo casi diario.

Los expertos dudan de que Pyongyang trascienda de las palabras a los misiles y explican la crisis en clave interna y externa. Por un lado, Kim Jong-un, un líder en la treintena, fue catapultado por su difunto padre a la cúspide del estamento militar sin méritos conocidos y con este pulso se estaría ganando el respeto entre los generales. También la sensación de amenaza ante un eventual ataque de EEUU acercaría a la población a su líder. Empujar a Washington a la mesa de negociaciones y convencer a Seúl de que reconsidere su actitud serían las razones geoestratégicas.

BOMBARDEO A UNA ISLA Corea del Sur desdeñó ayer el anuncio donde Pyongyang declaraba el "estado de guerra" recordando que no suponía ningún cambio y no había razón de alarmarse. La vida se desarrolla en Seúl sin aparentes cambios. La población se preocupó bastante más cuando años atrás Pyongyang prometió que convertiría a su vecino del sur en un "mar de fuego". La repetición continuada de amenazas puede conducir a la pérdida de cualquier efecto. El Ministerio de Defensa surcoreano no apreció ayer ningún movimiento de tropas que sugiriese un ataque inminente.

La tensión en la península no era tan alta desde el 2010, cuando el bombardeo norcoreano de una isla mató a dos civiles y dos soldados, lo que provocó los disparos de artillería de Seúl. Antes, decenas de surcoreanos murieron por el hundimiento de una fragata. Pyongyang niega que fuera uno de sus torpedos, como defiende Seúl.

La crisis actual nace en la puesta en órbita en diciembre de un satélite meteorológico. La ONU lo condenó como una prueba encubierta de misiles de largo alcance e inició la dinámica de sanciones seguida de la inflamada retórica norcoreana. El tercer ensayo nuclear provocó que China, lo más cercano a un amigo, apoyara a EEUU en la condena de la ONU.

No es necesario un clima caldeado para que Pyongyang se descomponga ante las maniobras militares conjuntas de cada marzo de EEUU y Corea del Sur. Solo Bill Clinton, expresidente de EEUU, las canceló porque negociaba tratados de desarme. El contexto ha conducido este año a Pyongyang al punto de ebullición. El último desencadenante fue el vuelo en la península el jueves de dos bombarderos estadounidenses con capacidad para evitar radares y cargar bombas nucleares. Washington mostró así su capacidad para ejecutar ataques rápidos y de larga distancia. Después los calificó de maniobras regulares y negó que buscaran la ira de Pyongyang.

"Esos vuelos fueron innecesariamente provocativos, sobre todo teniendo en cuenta que es un país que EEUU bombardeó indiscriminadamente durante tres años (1950-1953). Ese recuerdo está grabado en la memoria de la población norcoreana, aunque el 99% de los estadounidenses lo desconozcan", señala Bruce Cumings, de la Universidad de Chicago. Otros años la tensión menguó tras las maniobras militares. Algunos expertos creen que esta vez podrían durar hasta julio, cuando se celebra el 60º aniversario del armisticio.