Cisjordania rezumaba ayer rabia y dolor. El cielo era claro y el sol intenso pero en sus calles se respiraba ira y duelo por la muerte del preso Arafat Yaradat, el sábado pasado, en la cárcel israelí de Meggido. Yaradat sufrió un paro cardiaco, según afirmó el Servicio de Prisiones israelí basándose en los primeros resultados de la autopsia. Pero esta versión fue desestimada por el médico de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) que participó en el examen del cadáver y aseguró que presentaba señales de tortura.

La violencia volvió a estallar ayer en algunos puntos de Palestina. En la última semana, las protestas contra las condiciones de los presos en las cárceles israelíes han sido diarias y se han producido graves disturbios en los que se han enfrentado palestinos contra fuerzas israelíes a pedradas reprimidas con gases lacrimógenos y balas de goma que han causado decenas de heridos. Ayer 10 personas más resultaron heridas, según el Ejército israelí, que decretó el estado de alerta máxima y cortó la carretera 60, la principal vía para viajar de Jerusalén a Hebrón, donde en días anteriores se produjeron graves disturbios. Los peores incidentes tuvieron lugar en Beituniya, cerca de la prisión israelí de Ofer. También hubo disturbios graves en Belén.

EL DETONANTE Los incidentes en Cisjordania se están propagando como un incendio que amenaza con extenderse y quemarlo todo. Muchos hablan ya del principio de la tercera intifada y dicen que la muerte de Yaradat podría ser su detonante. La nueva intifada sería "la de los presos", en palabras de un joven de Jerusalén. Las protestas de la última semana se han centrado en las condiciones de los reclusos, especialmente de los que siguen en huelga de hambre desde hace meses.

"No sé qué pasará, es difícil de pronosticar, pero la gente está muy enfadada, en la calle se ve la indignación, el ambiente es propicio para que explote una tercera intifada. La ocupación, los asentamientos y la restricción de movimientos continúan, no hay ninguna esperanza en el proceso de paz y la Autoridad Palestina no puede controlar" un levantamiento popular, señaló Shawan Jabarin, director general de la oenegé palestina Al-Haq, en el funeral de Yaradat, en Sair, una localidad de 30.000 habitantes pegada a Hebrón.

LAGRIMAS Entre 15.000 y 20.000 personas, según las autoridades palestinas, se congregaron en las calles de Sair para despedir a Yaradat. Hombres, mujeres, ancianos y niños, algunos a lágrima viva, rindieron homenaje a su vecino arrestado hace poco más de una semana por haber lanzado piedras presuntamente contra unos coches. "Estamos tristes, destrozados. Arafat era como de nuestra familia, todos le querían porque era honesto y ayudaba a la gente. No sé cómo acabará esto, podría ser el inicio de una nueva intifada, pero nunca se sabe", explicó Amjad Musa, cuya peluquería se encuentra a unos metros de la gasolinera donde trabajaba Yaradat, padre de dos hijos.

Su cuerpo recibió el último adiós de familiares, vecinos y amigos en el salón de banquetes de boda contiguo a la gasolinera. Dentro, su esposa --embarazada de cuatro meses y que sufrió un desmayo--, su madre y su hermana, agarrada a un retrato de Arafat, se despedían de él entre sollozos. Cerca, tres milicianos de las Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa, que distribuyeron panfletos advirtiendo de que vengarán la muerte de Yaradat, disparaban al aire, mientras algunos gritaban "Alá es el más grande" y alababan al mártir Arafat, otros pedían venganza y algunos jóvenes llamaban a una tercera intifada. "Estoy segura de que lo mataron en la cárcel con las torturas", afirmó Hanat, una estudiante de 17 años.

El presidente palestino, Mahmud Abás, cargó ayer contra Israel por la muerte del preso Arafat, y le acusó de querer provocar una situación en la que los palestinos rechacen la paz. "Israel quiere provocar el caos; lo sabemos, pero no lo permitiremos", afirmó Abás.