Anna Lehnkering tenía 20 años cuando el 2 de noviembre de 1935 fue esterilizada por la fuerza. En marzo de 1940, una escueta notificación del centro donde estaba internada, informaba a su familia de su fallecimiento. La joven respondía perfectamente a los criterios de selección que el Partido Nacionalsocialista había decretado mediante la ley de prevención de la descendencia con enfermedades congénitas.

A la ley de 1933 le siguieron una serie de normativas que tenían por objeto preservar la raza aria: decreto para censar a los niños con retraso mental y deformidades físicas (1935); autorización para destruir la vida indigna (1936) o la ley de defensa de la salud genética del pueblo (1937).

El colectivo médico era imprescindible para llevar a la práctica la selección genética que propugnaba Goebbels, ministro de propaganda de Hitler. "Necesitamos un pueblo sano para dominar el mundo", era una de sus frases. Por esto, un "reglamento médico" de 1935, adaptado a la voluntad del Partido Nazi en el poder, establecía que "es la obligación de la profesión médica, como grupo, cuidar y asegurar la salud de la nación, su salud hereditaria y la pureza de la raza".

La historia de Anna Lehnkering permaneció oculta durante décadas, hasta que su sobrina, Sigrid Falkenstein, empezó a investigar lo que había ocurrido con su tía, de la que tanto ella como su familia solo sabían que había fallecido siendo muy joven.

Higiene genética

Después de la segunda guerra mundial, los tribunales de la República Federal de Alemania sentenciaron que los "tribunales para la higiene genética", que dictaban quiénes debían ser esterilizados o eliminados, carecían de connotaciones nazis, lo que dificultó el cobro de indemnizaciones. Más adelante, a principios de la década de los 80, se estableció el cobro de una indemnización de 5.000 marcos, unos 2.500 euros.