La cancillera alemana, Angela Merkel, reclamó ayer en Berlín al presidente egipcio, Mohamed Mursi, "una línea de diálogo abierta entre todas las fuerzas políticas" y que el Gobierno respete los derechos humanos, la democracia y la libertad de religión. Por su parte, Mursi permanecía inalterable ante las alusiones a la situación social y política de su país y parecía más preocupado por la colaboración económica de Alemania, objetivo de su visita, que Berlín condiciona a un avance en el proceso hacia la democracia en Egipto.

Mursi afirmó que su país será un Estado de derecho, civil, que no será dirigido por los militares. En cuanto al estado de excepción decretado hace unos días, aseguró que se trata de "una medida temporal para garantizar la seguridad de la población frente a los ataques criminales", y que será levantado cuando deje de ser necesario. El viaje de Mursi estuvo claramente marcado por la complicada situación de su país y se vio obligado a reducir su estancia en Berlín, en principio prevista de dos días, a unas horas, y a suspender su anunciada visita a París.