Siria se desangra por todos sus flancos. Tras casi dos años de enfrentamientos, las masacres de civiles se repiten cada vez con menos periodicidad y los primeros informes de reconocidas organizaciones internacionales documentan los casos más espeluznantes. Una de las constataciones más importantes es que la violencia no es exclusiva del régimen, ya que los rebeldes se ensañan sin un ápice de humanidad ni garantías jurídicas con los soldados prisioneros. La última matanza se descubrió ayer en Alepo, la segunda ciudad de Siria. Entre 65 y 80 cadáveres, según diversos grupos opositores al régimen de Damasco y proderechos humanos, fueron hallados en el río Queiq, a la altura del barrio de Bustan al Qasr.

La mayoría de los cuerpos estaban maniatados, presentaban señales de tortura y disparos en la cabeza, según indicó el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH). Los ejecutados tenían entre 20 y 30 años, aunque un capitán del Ejército Libre Sirio (ELS) explicó que algunos eran "solo adolescentes" y puntualizó que casi todos habían recibido un tiro en la nuca.

Los cuerpos, recuperados del río y colocados en la orilla llenos de lodo y restos de sangre, presentaban signos de rigor mortis , estado de rigidez que aparece entre tres y cuatro horas después de la muerte, alcanza su máximo efecto a las 12 horas y dos días después ya ha desaparecido.

Testimonios como el que sigue, recopilados por el investigador Ole Solvang tras entrevistar a supervivientes de un ataque aéreo contra Bab al Hadid, un barrio de Alepo, en agosto pasado, pueblan las páginas de un informe difundido por Human Rights Watch (HRW): "Había humo negro por todas partes, y cristales rotos; la bomba cayó en la esquina de la calle, y la metralla voló directa hacia la cola (del pan); todos los que esperaban en línea resultaron muertos o gravemente heridos; vi a un chico sin pierna, a otro sin brazo, después a un chico de 16 años, a quien conocía, sin cabeza".

En el informe se documentan una decena de bombardeos aparentemente deliberados contra civiles que aguardaban turno para adquirir pan --un alimento de primera necesidad cuya escasez genera aglomeraciones--, acciones que, de confirmarse su intencionalidad, constituirían un crimen de guerra del bando gubernamental contra población civil indefensa. En los documentos, las filas rebeldes tampoco salen bien paradas: sobre ellas pesan casos constatados de malos tratos a presos, torturas y hasta de ejecuciones extrajudiciales.

NEFASTO 2012 Los niveles de violencia generados por el conflicto sirio experiementaron un neto empeoramiento en la segunda mitad del 2012. La guerra que siguió al levantamiento político del 2011 se transformó, en una primera fase, en un conflicto armado entre un Ejército muy superior y mal equipados soldados desertores. Ahora, tras casi dos años, el conflicto se halla en su fase más álgida: mientras arrecian los combates, se multiplican los casos de ensañamiento contra el enemigo, se emplea armamento prohibido --como bombas de racimo o incendiarias-- en zonas densamente pobladas y, cada día que pasa, la guerra se va transformando en un conflicto regional entre confesiones religiosas, un hecho que dificultará toda futura tentativa internacional de paz.

Uno de los elementos que permiten entrever que ataques como el de Bab al Hadid no son producto de la casualidad es la presencia, constatada por testigos, de helicópteros sobrevolando en círculos la zona atacada poco antes de caer el proyectil. "Un vídeo muestra un helicóptero volando sobre la zona inmediatamente antes del ataque", sostiene el informe, lo que apunta que "la presencia de civiles debería ser sabida" con antelación por los atacantes. Otro de los elementos clarificadores es lo repetitivo de este tipo de incidentes. "Es imposible saber cuál es la política que aplican (las fuerzas gubernamentales); pero su reincidencia sugiere que son deliberados", explica a este diario el propio Solvang quien, además, denuncia que entre el verano y el final de año se han producido nuevos bombardeos siguiendo idéntico patrón, también en las proximidades de panaderías y hospitales. Por si todo ello no constituyera horror suficiente, desde mediados de noviembre, la misma HRW viene documentando casos de empleo de armas incendiarias por parte de las fuerzas gubernamentales en zonas densamente pobladas.

Este material bélico, que provoca dolorosas quemaduras y que es casi imposible que pueda ser usado de forma en que se discrimine objetivos militares y civiles, ha sido incluso utilizado en la periferia de la capital siria, Damasco.