Medio siglo después del abrazo entre Charles de Gaulle y Konrad Adenauer, el eje franco-alemán no se encuentra en su mejor forma. "Hay una cierta indiferencia, pero no me extraña después de 50 años de matrimonio", ironiza el cineasta alemán Wim Wenders. Más allá de la fatiga por los años de convivencia, la falta de sintonía entre François Hollande y Angela Merkel no se debe tanto a una diferencia de talante como a un desencuentro en cuestiones estructurales como la política económica o la Europa de la defensa.

La guerra de Malí ha puesto de relieve la difícil coexistencia de ópticas diametralmente opuestas entre París y Berlín. Mientras Francia no duda en enviar a sus soldados al frente africano para evitar que los yihadistas se conviertan en una amenaza, Merkel se resiste a utilizar la fuerza y apostar por la UE militarmente potente que defiende el Elíseo. "Alemania no quiere ser una gran potencia en política extranjera", admite el ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, evocando el doloroso pasado de la barbarie nazi. "Ni siquiera tenemos celos de Francia y de Gran Bretaña. No solo se ha visto en Malí, sino también en Libia", subraya.

Bloqueo peligroso

En cambio, en el terreno económico, Berlín no está dispuesta a ceder su liderazgo. Y cuando se trata de sacar a Europa de la crisis, la incomprensión con París también es mutua. "Mientras Francia estima que la solidaridad financiera entre los países europeos debe preceder a la integración política, Alemania considera, al contrario, que esta solidaridad debe coronar el proceso de unión política", analiza Libération, que advierte de que esta cuestión bloquea "peligrosamente" la construcción de la UE.

Hollande se resiste a aceptar el "dictado" de la austeridad, mientras que para Merkel el rigor presupuestario no solo es una virtud sino la clave para superar el bache.