investigador de ingeniería aeroespacial-- pero es seguro que aquí se preocupan de la gente".

El presidente del barrio de Manhattan, Scott Stringer, se acercó hasta un refugio que, con el paso de las horas, se acercaba a su límite de capacidad, de 750 personas. "Estamos preparados. Lo que necesitamos es que la gente entienda que no se pueden guiar por lo que pasó el año pasado, cuando hubo una alerta similar por el Irene y al final no pasó prácticamente nada".

Muchos neoyorquinos demostraron ser conscientes de la diferencia, y ya ayer la ciudad amaneció atrincherada. Aunque algunos pequeños establecimientos estaban abiertos, buena parte del comercio mantenía las persianas bajadas, así como los teatros de Broadway, y las Naciones Unidas. Había gente dispuesta a quedarse a dormir en sus puestos de trabajo, pero muchos emprendieron la vuelta a casa. Llegaba Sandy . Y provocaba, quizá no miedo, pero sí respeto.