El balance del conflicto, que desde 1990 enfrenta al Gobierno colombiano con las guerrillas y el narcotráfico, no ha podido ser más negativo. En esta guerra sucia por el control de regiones enteras del país, el uso de las minas antipersona se ha extendido hasta convertir el territorio en un auténtico campo de minas. En la actualidad, Colombia es el tercer país del mundo por número de minas sembradas solamente superado por Afganistán y Angola. Sin embargo, este año se han superado las 10.000 víctimas mortales situándolo como el país con más afectado por las minas antipersonales del mundo. Cada día dos o tres soldados caen víctimas de las minas aunque los militares solo representan el 62% de los afectados. Entre los meses de enero y febrero se dio un nuevo macabro récord, hubo 40 víctimas mortales de las cuales 32 eran menores de edad.

Con un coste de entre 3 y 30 dólares por unidad, los narcotraficantes han adoptado la costumbre de proteger sus plantaciones de coca y marihuana con campos de minas. Esta situación, unida a la interminable actividad de las FARC y del Ejercito de Liberación Nacional (ELN) han convertido algunas regiones en auténticos nidos de minas. Solamente la región de Antioquía contabiliza un total de 2.200 víctimas. De hecho, solo un departamento (el de las islas de San Andrés) de los 32 que componen el territorio colombiano se encuentra exento de la amenaza de las minas.

Riesgos del Ejército

"Aquí todos sabemos cuales son los riesgos de unirse al Ejército", confiesa el soldado retirado Pablo Emilio Castro de 30 años. En febrero del 2007 participó junto a su unidad, la Brigada 30 o "grupo fuego" --nombre que recibe esta tropa de élite adiestrada por sargentos del ejercito americano-- en una misión de rescate en la región de San Pablo, en el norte de Santander. Durante un momento de la operación el soldado Castro activó una mina antipersona. "Sentí una explosión enorme y salté por los aires. Al caer al suelo perdí el conocimiento", recuerda. A consecuencia de la explosión Castro perdió el pie derecho. Sin embargo, la fuerte laceración en la pierna, unida a la gangrena, obligó a la amputación de la pierna hasta una palmo por encima de la rodilla. Las infecciones son muy comunes entre las víctimas debido al entorno selvático y aislado de las regiones en las que se combate y a la costumbre de impregnar las minas con materia fecal para ser más efectivos.

Junto al soldado Castro se encuentra el también retirado Luis Alberto Tibaduiza, de 25 años, y víctima de una mina en 2006. Ambos son procedentes de la región de Cúcuta y acuden a Bogotá para cambiar sus prótesis por primera vez desde que cayeron. Los costes del viaje y la estancia en la capital son sufragados por la Fundación de Víctimas de Minas Antipersonales, que desde el 2010 ofrece su apoyo a los soldados víctimas de las minas que, en su mayoría, quedan en una situación muy precaria tras su retiro. "Con una minusvalía y una pensión de 420 euros mensuales no sé como podré mantener a mis tres hijos", se lamenta el soldado Pablo Emilio Castro.