El viernes por la noche, en un conocido programa satírico, Have I got news for you de la BBC, se ironizaba sobre el ojo profético de Alex Salmond con la economía. Uno de los participantes recordó los tiempos, no tan lejanos, en que Salmond era íntimo amigo de Fred Goodwin, cuando este era director del Royal Bank of Scotland. El que terminaría siendo el banquero más odiado de Gran Bretaña y el líder nacionalista se habían propuesto hacer de Escocia, según decían, una potencia financiera internacional, como Islandia. Durante el mandato de Goodwin, la entidad bancaria perdió 28.000 millones de libras y terminó intervenida por el Estado. Islandia, a su vez, acabó en la bancarrota.

Salmond repite ahora que una Escocia independiente sería más próspera. Los unionistas afirman lo contrario. La economía parece llamada a dominar la campaña del referendo y posiblemente decida su resultado. De momento, los empresarios escoceses, tradicionalmente reacios a la idea de la soberanía, están divididos. Según un sondeo llevado a cabo entre los líderes de grandes negocios, solo un 5% estaba a favor de la ruptura. La patronal pide a Salmond datos concretos sobre las consecuencias de dar el gran paso. Respuestas a cuestiones fundamentales sobre las implicaciones financieras de la escisión. "Aún nos tiene que convencer de que la secesión del Reino Unido va a ser en el interés de los negocios en Escocia", ha puntualizado esta semana Iain McMillan, director de la Confederación de la Industria Británica.

LA LIBRA Son muchas las preguntas en el aire. La moneda, por ejemplo. Salmond afirma que conservará la libra esterlina. ¿Pero lo permitiría el resto del Reino Unido? Y si así fuera, el tipo de interés lo continuaría fijando Londres. Por otra parte, ¿a quién revertirían las importantes reservas petroleras que yacen en el mar del Norte? ¿Y cuál sería el futuro de Escocia dentro de la Unión Europea?

Para David Watt, director ejecutivo del Instituto de directores de Escocia, la pregunta número uno es el coste de la independencia para los negocios. "Si es más caro, las compañías tendrán la tentación de marcharse. Si es más barato, otros van a sentirse tentados de instalarse en Escocia", señaló. El anuncio del acuerdo sobre el referendo ha coincidido esta semana con datos sobre el aumento del paro. El desempleo se ha incrementado por segunda vez consecutiva en Escocia, alcanzando el 8,2%. Es una cifra ligeramente superior a la media del Reino Unido, que se mantiene en el 7,9%. La oposición laborista escocesa ha pedido al Gobierno del SNP que se centre en el problema de la creación de empleo en lugar de volcar sus esfuerzos en el referendo.

"En los últimos tres meses 7.000 personas en Escocia han perdido sus trabajos, mientras el empleo en el resto del Reino Unido aumenta. El Gobierno del SNP debe empezar a asumir su responsabilidad en esto", dice la diputada Anas Sarwar.

Algunos empresarios, como McMillan, hubieran querido que la cita en las urnas se adelantara. La incertidumbre de la larga espera, hasta el otoño del 2014, puede, a su entender, perjudicar los negocios. Pero no todos son de esa opinión. Uno de los empresarios más importantes de Escocia, Jim McColl, fundador y presidente del grupo de ingeniería Clyde Blowers, cree que el plazo fijado por Salmond es el adecuado. McColl había apoyado en el pasado la completa autonomía fiscal escocesa. Ahora piensa que la mejor opción es la independencia.

Otros directivos de empresa comparten esa opinión. Están, como Salmond, convencidos de que la soberanía permitiría a Inglaterra y a Escocia llevar a cabo estrategias económicas diferentes para responder a situaciones y problemas que son también diferentes.