Todas las complejas realidades que paralizan y lastran la efectividad de las Naciones Unidas cobraron ayer forma de nuevo en la apertura del debate de la Asamblea General. El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, el más esperado orador de la primera jornada del debate, se mostró atrapado por las realidades de una campaña electoral nacional en las que se juega su presidencia. Pasó de puntillas por la dramática situación en Siria, la crisis más acuciante para la que el organismo internacional no encuentra respuesta. Recuperó su más brillante oratoria para dedicar la mayor parte de su discurso a los últimos episodios de violencia en los países donde ha apoyado la transición democrática impulsada por la primavera árabe, pidiendo unidad y reflexión para combatir el extremismo. Y, a la vez, renovó su advertencia a Irán de que no tolerará un programa nuclear con fines militares.

"EEUU quiere resolver este tema a través de la diplomacia y creemos que aún hay tiempo y espacio para hacerlo. Pero ese tiempo no es ilimitado", advirtió, reconociendo "el derecho de todas las naciones a acceder a la energía nuclear" pero poniendo en duda que Teherán tenga intenciones pacíficas. "EEUU hará lo que deba para evitar que Irán se haga con un arma nuclear", advirtió.

MENSAJE CRITICO A ISRAEL Las palabras del presidente estadounidense no son nuevas. Volvían a quedarse lejos de lo que pide Israel: un marcaje de "líneas rojas" que, de ser cruzadas por el régimen de Teherán, llevarían a Washington a apoyar a Tel-Aviv en un ataque a Irán. Pero llegaban poco después de que el propio secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, hubiera lanzado un mensaje crítico a Israel denunciando que esté haciendo sonar los tambores de guerra. "Rechazo las amenazas de potenciales acciones militares de una nación contra otra", dijo Ban, que se mostró "alarmado" y recordó "la necesidad de respetar completamente el derecho internacional".

PRIMAVERA ARABE En lo que coincidieron tanto el secretario general de la ONU (que abrió el debate "haciendo sonar la alarma sobre nuestra dirección como familia humana") como el presidente estadounidense y otros oradores de la jornada fue en pedir una reflexión sobre los últimos episodios violentos en el mundo árabe, cuya más dramática expresión fue el asesinato el 11 de septiembre en el consulado de Bengasi del embajador estadounidense en Libia, Chris Stevens.

Esa llamada iba, en buena parte, dirigida a los nuevos líderes elegidos tras la primavera árabe, muchos de los cuales se dirigirán por primera vez este año a la ONU. "Tienen la responsabilidad de usar sus voces para rebajar las tensiones en lugar de subir la temperatura y volatilidad del momento", dijo Ban, mientras Obama lanzaba un mensaje meridianamente claro para algunos como Mohamed Morsi, el presidente de Egipto, cuya reacción inicial a los ataques de la embajada en El Cairo molestó a Washington.

"No será suficiente poner más guardias frente a la embajada, o emitir comunicados de lamento y esperar a que se pase la rabia --afirmó Obama--. Debemos hablar honestamente sobre las causas más profundas de esta crisis, lidiar honestamente con las tensiones entre Occidente y el mundo árabe que avanza hacia la democracia". Obama defendió vehementemente derechos como la libertad de culto pero también la de expresión, que permite producir algo tan "burdo y repugnante" como el vídeo islamófobo que prendió la mecha a las protestas. Hablaba a la comunidad internacional pero también, claramente, a su electorado.