La sensación es que nada ha cambiado desde que el ayatolá Jomeini condenara a muerte a Salman Rushdie por considerar su novela, 'Los versos satánicos', un libro contra el profeta y el Corán. Han pasado 25 años, pero la reacción fanática se reproduce ahora como respuesta al tráiler de 'La inocencia de los musulmanes'. Un abismo les distancia, pero en ambos casos la respuesta radical ha sido idéntica, entre otras cosas porque ni los que entonces salieron a las calles leyeron el libro, ni los que ahora protestan han visto las imágenes. La novela de Rushdie sirvió al régimen de los ayatolás para cohesionar a la población iraní en contra de Occidente y legitimar al propio ayatolá como autoridad incontestable. Hoy, el vídeo ha servido para devolver a los radicales al centro de un escena que perdieron en las primaveras árabes.

El debate de la libertad de expresión no calmará la ira fanática, sencillamente porque no va con ellos, sino con nosotros. Y es precisamente ahora cuando más debemos reafirmarla y defenderla para que obras como la de Rushdie salgan a la luz y sigan poniendo en duda verdades absolutas, y limitarla o juzgar otras que como el vídeo abiertamente incitan a la violencia y la exclusión. Tal y como hacemos con la exaltación del nazismo o la apología de la violencia, la islamofobia debe ser juzgada y prohibida, sin que se resientan nuestras libertades.