Será por esa actitud reservada y poco dada a expresar sus verdaderas intenciones de la que hablan todos los que le han tratado durante su larga carrera política, pero el caso es que ayer era casi imposible saber lo que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, quería defender en el Consejo Europeo, más allá de que se aprueben medidas para "resolver los problemas de sostenibilidad de la deuda pública". "Es nuestra estrategia", aseguró uno de sus diplomáticos.

El jefe del Ejecutivo se dejó ver en Bruselas pasada la una de la tarde. A esa hora (el último de todos) llegó a la reunión de los dirigentes del Partido Popular Europeo, donde reeditó el llamamiento casi desesperado que había hecho el día anterior en el Congreso: España no puede seguir financiándose a más del 7% en los mercados, la situación es insostenible y la Unión Europea debe actuar ya. El jefe del Ejecutivo rebajó las expectativas de la cumbre y subrayó la dificultad inherente a los Consejos Europeos donde la "unanimidad" se convierte en la palabra maldita.

Rajoy, que ayer no mantuvo ninguna reunión bilateral según fuentes de la Moncloa ni tampoco conversó con ningún dirigente antes de llegar a Madrid, apoya todas las opciones que en estos momentos están sobre la mesa para aliviar la crisis de la deuda soberana y la crisis bancaria, pero no tenía previsto hacer bandera de ninguna, según esas mismas fuentes.

Opción A: los fondos europeos de rescate compran deuda soberana de los países con problemas pero sin tener que cumplir nuevas condiciones. Opción B: la ayuda financiera se entrega directamente a las entidades con problemas, no al Estado, y así se evita la contaminación de las cuentas públicas. Opción C: los socios que prestan dinero para el rescate de los bancos no serán acreedores preferentes. Y opción D (una idea de Finlandia conocida ayer): los países bajo presión