La foto ha dado la vuelta al mundo. La reina de Inglaterra y el excomandante del IRA estrechándose la mano. Isabel II tenía la sonrisa en los labios, mientras Martin McGuinness la despedía con unas palabras de cortesía en gaélico. "Adiós y que Dios la acompañe", le dijo el republicano nacido en el gueto católico de Derry. Aquel era en realidad el segundo apretón de manos entre ambos. El primero había tenido lugar en privado, a la llegada de la soberana al teatro Lyric de Belfast, 14 años después de que el Ejército Republicano Irlandés renunciará a las armas.

La monarca, con 60 años de experiencia en el trono, y el que fuera el terrorista más buscado del Reino Unido, transformado después en negociador de la paz, culminaron de forma tan gráfica un proceso que, aunque imperfecto, ha abierto un nuevo capítulo en la vida de Irlanda del Norte.

El apretón de manos no fue, sin embargo, un gesto simple ni fácil para ninguno de los dos protagonistas. Durante siglos los republicanos irlandeses han considerado la corona británica como el símbolo de la opresión. Isabel II ya había mostrado el pasado año, con su primera visita a la República de Irlanda, la voluntad de cerrar viejas heridas con sus vecinos.

Ayer quiso completar en el norte de la isla esa tarea, que marcará para siempre su reinado. La ocasión la propició Co-Operation Ireland, una asociación benéfica, sin bandera política, que trabaja pacientemente por el entendimiento entre católicos y protestantes.

En la cita, a la que Isabel II acudió vestida de verde, el color asociado a la identidad irlandesa, únicamente estuvieron presentes siete personas. McGuinness, del Sinn Féin, el que fuera brazo político del IRA, acudió en su calidad de viceprimer ministro noirlandés. Cuando tomó la palabra delante de la reina fue para "subrayar la necesidad de tener en cuenta el dolor de todas las víctimas del conflicto y de sus familias", según indicó después un portavoz del partido.

INCIDENTES El acto de reconciliación ha contado con la aprobación mayoritaria de los principales partidos políticos y de las comunidades de católicos y protestantes. No todos, sin embargo, lo han visto con buenos ojos. Algunas de las víctimas del IRA y sus familiares han censurado la entrevista, al igual que los disidentes republicanos. Un pequeño grupo de estos últimos había protagonizado la noche anterior varios incidentes violentos en Belfast, en los que resultaron heridos 11 policías.