La descripción más exacta de Mohamed Mursi, el presidente electo de Egipto, es su pertenencia y fidelidad absoluta a los Hermanos Musulmanes, la organización islamista más implantada en Egipto. Sin embargo, el proceso de transición iniciado tras la Revolución del 25 de Enero de 2011 le ha convertido en el primer presidente civil del país. Mursi deberá ahora articular en las instituciones a las fuerzas de la coalición informal y heterogénea de grupos laicos, de izquierda y conservadores sustento de la revolución y cuyo único punto de encuentro es su oposición al régimen militar que ha gobernado el país desde su independencia ahora personificado por el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas.

"A Mursi le aguarda un oscuro futuro. Tendrá que elegir entre rendirse completamente al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, lo que implicaría su suicidio político, u optar por resistir", ha reconocido un miembro de los Hermanos Musulmanes, Magdy Saad, en declaraciones al diario egipcio 'Al Masry al Youm'.

Saad coincide con la mayoría de los analistas, que creen que Mursi tendrá que enfrentarse al aparato de seguridad, al Ejército y a la burocracia, lo que se ha denominado 'Estado profundo', y a sus conspiraciones para desestabilizar al gobierno de Mursi. A la vez, deberá convencer a la población de que asume su responsabilidad para resolver sus problemas cotidianos. "Habrá escasez de bienes básicos como el combustible o la comida. Incluso podría ocurrir que la gente vuelva a tomar las calles, esta vez para protestar contra Mursi", ha explicado Saad.

Una de las tareas más importantes que tendrá que asumir Mursi como presidente será la de restaurar el Parlamento, disuelto a raíz de una sentencia judicial respaldada por el Ejército, y la enmienda a la Declaración Constitucional recientemente emitida por el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas que da a los militares amplios poderes para reprimir las protestas y merma las competencias presidenciales en materia castrense. Resolver estas dos cuestiones será el paso previo para continuar el proceso de transición hacia la creación de una Asamblea Constituyente.

Sin embargo, los Hermanos Musulmanes han sido cada vez más tolerantes con la represión ejercida por las fuerzas de seguridad y las fuerzas progresistas aliadas de los islamistas durante la revolución se temen que hayan pactado una transición con el Ejército.

Esta brecha entre islamistas y progresistas se ha acentuado tras el cambio de postura de los Hermanos Musulmanes, que en un primer momento se comprometieron a no presentarse a más de un tercio de los escaños del Parlamento y a no competir por la Presidencia. Año y medio después de la revolución, los Hermanos Musulmanes controlan la presidencia y tienen mayoría absoluta junto a los salafistas en el Parlamento, aunque éste se encuentre disuelto.

Ahora se presenta una nueva oportunidad de que los Hermanos Musulmanes cumplan sus promesas: Mursi se comprometió, si vencía, a dimitir de su cargo como presidente del Partido Libertad y Justicia, el brazo político de la cofradía islamista.

Doctor en Ingeniería en California

Mursi, nacido en 1951 en Sharqiya, en el delta del Nilo, estudió Ingeniería en la Universidad de El Cairo y se doctoró en esta disciplina en la Universidad del Sur de California a finales de la década de 1970. Trabajo como profesor adjunto en la Universidad Estatal de California, Northridge principios de los 80. En 1985 regresó a Egipto para ejercer la docencia en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Zagazig.

Su carrera en los Hermanos Musulmanes es muy distinta a la de históricos de la organización, que cuentan con décadas en prisión y persecuciones a manos del régimen de Hosni Mubarak y sus antecesores. Mursi comenzó a destacar a principios de la década de los 2000, cuando fue elegido diputado como candidato independiente.

Desde entonces, su ascenso en el escalafón de la cofradía islamista está directamente vinculado a su estrecha relación con el líder del grupo, Jairat al Shater. Muchos destacan que el carácter complaciente y la fidelidad incuestionable de Mursi a la disciplina interna de los Hermanos Musulmanes han sido su mejor baza. "Para Shater, ser fiable y obediente es lo más importante", ha explicado un antiguo miembro de los Hermanos Musulmanes, Abdel Rahman Ayyash, en declaraciones a 'Al Masry al Youm'.

Siempre prefirió permanecer en un discreto segundo plano, pero el apoyo de Al Shater le permitió hacerse con las secciones más influyentes de la organización, como la política o la de medios de comunicación y finalmente fue ganando peso y presencia pública.

En abril de 2011 el Consejo de la Shura de los Hermanos Musulmanes eligió a Mursi como presidente del recién creado Partido Libertad y Justicia, momento en el que dimitió como miembro de la Consejo de Orientación como gesto para con la supuesta autonomía del partido. "Al Shater siempre ha preferido confiar a sus afines los puestos cruciales y por eso Mursi es el presidente del partido", ha asegurado Ayyash.

Como presidente del partido, fue nombrado además candidato de reserva a la presidencia, por si, como finalmente ocurrió, Al Shater era descalificado. Esta carambola le ha situado al frente del país de más importancia estratégica, política y geográfica del mundo árabe y como cabeza visible de los nuevos gobiernos islamistas surgidos de la Primavera Árabe.