En mayo del 2010, Dora Bakoyannis fue expulsada de Nueva Democracia (ND) con otros diputados por haber votado a favor de las medidas de austeridad que exigía Bruselas al Gobierno del socialdemócrata Yorgos Papandreu, a las que se oponía el líder conservador Antonis Samarás. En febrero del 2012, Panos Kammenos y una decena de diputados más fueron expulsados también, pero por votar en contra de esas medidas. Bakoyannis es diputada de nuevo por ND --Samarás la dejó regresar para aunar fuerzas ante el empuje de la izquierda-- y Kammenos dirige un partido de oposición al que Samarás intenta cortejar sin éxito.

El pasado verano, cuando Grecia parecía abocada a la quiebra, Papandreu ofreció su cabeza, y a los conservadores, entrar en un Gobierno de unidad nacional. Samarás se negó, exigiéndole que retirara antes las medidas. Cinco meses después, el partido de Samarás entraba en coalición con los socialdemócratas y el nuevo Gobierno aprobaba los presupuestos con grandes recortes. En esos momentos, la UE exigía a los líderes griegos una carta comprometiéndose a aplicar las reformas, algo a lo que Samarás se negó anteponiendo "la dignidad nacional". La firmó al cabo de unos meses, cuando su partido apoyó el segundo plan de rescate, aunque incluyó un pá- rrafo diciendo que si gobernaba introduciría cambios. No es de extrañar que algunos miembros de la Comisión Europea en Atenas no se fíen.

Las idas y venidas de Samarás respecto a las exigencias de la UE han sido constantes. Mientras los diarios internacionales lo calificaban de europeísta y favorable a mantener los recortes, los griegos lo votaban con la esperanza puesta en sus promesas de renegociar el memorando. "Grecia respetará lo que ha firmado. Al mismo tiempo, queremos la renegociación del plan de rescate", dijo ayer. Puro oxímoron.