Malí está sumida en una profunda crisis política. El pasado martes expiraba el mandato del presidente interino, Diouncounda Traoré, que tras ostentar el poder durante 40 días tendría que haber organizado unas elecciones presidenciales a través de las cuales el pueblo elegiría a su representante. Sin embargo, un giro de tuerca de última hora durante el pasado fin de semana modificó la hoja de ruta de la transición de Malí, generando una contestación popular sin precedentes, con miles de personas ocupando las calles de la capital, Bamako. Un grupo de los sublevados superó el cordón de seguridad y llegó a asaltar el palacio presidencial el lunes e hirió al presidente interino.

El pueblo maliense se ha sentido traicionado después de que Diouncounda Traoré --auspiciado por la Comunidad de Estados de Africa Occidental (Cedeao)-- acordara con los golpistas que derrocaron al expresidente, Amadou Toumane Touré, el pasado 22 de marzo, alargar el periodo de transición política y pospusiera la cita electoral para dentro de 12 meses.

"¡No queremos a Diouncounda. Debe dimitir. Estamos diciendo que el país va muy mal y no es la Cedeao la que decidirá nuestro destino. Somos nosotros los que decidimos el presidente de nuestro país!", declaró Omar a la radio francesa RFI.

La vía al extremismo

El impasse político por el que atraviesa el país ha allanado el camino a los islamistas del grupo extremista Ansar Dine (Defensores de la fe) para que se apoderen del norte del país y ganen terreno frente a los rebeldes tuaregs independentistas del Movimiento Nacional de Liberación de Azawad (MNLA) que reivindican la autogestión del territorio y una práctica moderada del islam.

Sin embargo, los rebeldes separatistas han empezado a perder el control en la zona después de que conquistaran las principales ciudades de la región de Gao, Tombuctú y Kidal, y los islamistas radicales han logrado imponer su hegemonía. La instauración de la sharia (ley islámica) empieza a cuajar: niños y niñas están separados en clase, las mujeres ya no están autorizadas a salir sin la compañía de sus maridos y los hombres están obligados a dejarse crecer la barba y llevar atuendos largos hasta los pies.

Miles de civiles, presos del pánico, han huido y se han desplazado ya a la capital y a los países vecinos. "Confiamos en que la Cedeao envíe dispositivos militares y terminen con esta dramática situación", aseguró a este redactor Hachim, un notable árabe de Gao.