El creciente abismo que separa a parte de la población de la clase política y el sistema económico se ha escenificado este domingo de forma gráfica en Chicago. Mientras los líderes de más de 60 países discutían en un centro de convenciones blindado sobre escudos antimisiles, la guerra afgana o cómo gastar en armas de forma más eficiente para adaptarse a los tiempos y evitar que la OTAN se convierta en una organización irrelevante, miles de manifestantes reclamaron bajo un sol abrasador un nuevo rumbo donde las personas tengan prioridad sobre los intereses económicos y las ambiciones militares. La protesta pacífica acabó en enfrentamientos cuando un grupo de manifestantes se negó a dispersarse. Al final, hubo al menos 45 detenidos y cuatro agentes resultaron heridos.

La marcha transcurrió de forma festiva y estuvo encabezada por más de medio centenar de veteranos de guerra que quisieron devolver sus medallas en un gesto simbólico para mostrar su rechazo a la política exterior de EEUU. Hasta que un grupo de manifestantes, según diversas fuentes, trató de romper uno de los cordones policiales para llegar hasta McCormick Place, el centro de convenciones donde se celebra la cumbre de la OTAN, a solo un par de manzanas de la protesta. Fue entonces cuando la policía cargó contra los manifestantes, golpeándolos con porras, mientras algunos objetos volaban contra los agentes.

"Todo el mundo empezó a empujar, tropezaron con las bicicletas, quedaron estrujados y se vivieron momentos de pánico", contaba más tarde John Wolverton, un manifestante llegado desde Montana. Esos incidente fueron solo el preludio de una jornada larguísima en la que manifestantes y policías se dedicaron a jugar al gato y al ratón bajo la imponente arquitectura del centro de Chicago hasta casi la medianoche. Pese a los chispazos de violencia y la tensión que ha generado el arresto de cinco jóvenes activistas a los que la policía acusa de planear actos de terrorismo, el comportamiento de ambos bandos se antoja hasta ahora casi modélico.

Evitar la brutalidad

Hay miles de policías y antidisturbios armados hasta los dientes por todos lados, pero la consigna parece clara: dejar que se manifiesten siempre que no salgan de unas zonas preestablecidas del centro, cortadas al tráfico y donde solo quedan turistas. La ciudad no quiere que se repita brutalidad policial de las protestas contra la convención demócrata en 1968, un drama que sobrevive en el subconciente del país.

Cientos de personas incluso se concentraron anoche frente al Instituto de Arte donde Michelle Obama cenaba con las esposas de los líderes de la OTAN. "Nadie nos ha invitado a la cena, así que no nos moveremos hasta que salgan", dijo una chica.

"Ya no me creo esta mierda"

Brian marchaba vestido de militar para recordar a su hermano, víctima de una mina en Irak. "Era mi mejor amigo y tenía tres hijas. Ya no me creo esta mierda. Por esto he venido". No muy lejos, Gio Andollo, un músico de 27 años, marchaba con una guitarra en la espalda. "En lugar de invertir en colegios, infraestructuras o sanidad nos gastamos el dinero en armas o alimentando a los intereses financieros", decía.

Las protestas están haciendo ruido en Chicago, como antes lo hicieron en Nueva York y en cientos de ciudades de EEUU, pero no logran superar esa masa crítica que les permitiría convertirse en un verdadero moviemiento de masas. Aquí también hay quien piensa que grupos como Ocupa Wall Street no son más que una ensalada de idealistas trasnochados, excéntricos, vagos o anarquistas violentos. "¿Qué pasa que mañana no trabajáis", le dijo un policía a un par de chavales con rastras. Un turista chino se acercó a otro agente y le preguntó por qué protestan. "Protestan por todas las cosas del mundo", le contestó.