INCOMODIDAD

La semana pasada, por teléfono, Barack Obama escuchó a Vladímir Putin explicar su ausencia de la cumbre de Camp David con el argumento de que debe quedarse en Moscú para concluir la formación de su Gabinete. La diplomacia obliga al silencio, pero la ausencia del presidente ruso de las cumbres del G-8 y la OTAN incomoda a la Casa Blanca, cada vez más sabedora de las dificultades para cumplir sus intenciones de reiniciar las relaciones con Moscú. El escudo antimisiles es uno de los puntos de fricción.

PROTESTAS CRECIENTES

Putin, que enfrenta protestas crecientes de los rusos y redirige su foco estratégico hacia China (realizará a Pekín su primer viaje al extranjero desde su regreso a la presidencia), envía a Maryland y Chicago a Dmitri Medvédev, con quien Obama ha entablado una cordial relación. Y aunque la Casa Blanca incluso puede sacar partido a la ausencia de Putin, frenando las críticas de los republicanos por una relación supuestamente demasiado benévola con Moscú, la ausencia del presidente ruso constituye un varapalo, sobre todo cuando en la agenda de Camp David aparecen temas como Siria. Moscú ha bloqueado en el Consejo de Seguridad de la ONU los intentos de una acción internacional para frenar la violencia del régimen sirio.