Benedicto XVI mencionó ayer la necesidad de emprender cambios tanto en Cuba como el resto del mundo, ante más de medio millón de personas congregadas en la misa celebrada en la plaza de la Revolución de La Habana. "Cuba y el mundo necesitan cambios, pero estos se darán solo si cada uno está en condiciones de preguntarse por la verdad y se decide a tomar el camino del amor, sembrando reconciliación y fraternidad", declaró.

La misa comenzó pasadas las 9.00 horas y contó con la presencia del presidente cubano, Raúl Castro, y de los vicepresidentes del Gobierno. De fondo, se encontraban los edificios con los rostros del Che Guevara y el comandante Camilo Cienfuegos, y de forma novedosa, en otro edificio, una imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre de gran tamaño con la frase A Jesús por María, que ha sido el lema de toda su peregrinación por la isla.

Nada más comenzar la ceremonia, el Papa entregó como regalo al arzobispo de La Habana, el cardenal Jaime Ortega, un cáliz y una patena. El prelado, por su parte, hizo un discurso de bienvenida en el que pidió en dos ocasiones por la paz y la reconciliación del pueblo cubano, en clara alusión a las divisiones que en un pasado reciente han tenido los cubanos que viven dentro y fuera de la isla.

PROHIBIDO APLAUDIR Al inicio de la ceremonia, se dio el aviso por los megáfonos de que estaba prohibido aplaudir durante la ceremonia, especialmente en la homilía. El mensaje, que se cumplió a rajatabla durante toda la misa, se rompió cuando el Sumo Pontífice saludó al final de la ceremonia. Entonces, todos los ánimos contenidos estallaron con muchos gritos de vivas al Papa.

Con todos los obispos de la isla presentes, así como prelados de casi todos los países de Sudamérica, el Papa centró su mensaje en la defensa de la libertad religiosa. "Para poder ejercer la tarea propia de la Iglesia, ha de contar con la esencial libertad religiosa, que consiste en poder proclamar y celebrar la fe también públicamente", subrayó.

Benedicto XVI destacó que Cuba ha estado dando pasos en este sentido, pero ha animado a las instancias gubernamentales a reforzar lo ya alcanzado y a "avanzar por este camino de genuino servicio al bien común de toda la sociedad cubana".

El Pontífice aseguró que la Iglesia "no está reclamando privilegio alguno", al tiempo que pidió que pueda dar "testimonio en su predicación y enseñanza, tanto en la catequesis como en ámbitos escolares y universitarios". Animó a los fieles reunidos a que "no vacilen en seguir a Jesucristo". "En él hallamos la verdad sobre Dios y sobre el hombre. El nos ayuda a derrotar nuestros egoísmos, a salir de nuestras ambiciones y a vencer lo que nos oprime", añadió. Por eso subrayó que "el derecho a la libertad religiosa, tanto en su dimensión individual como comunitaria, manifiesta la unidad de la persona humana, que es ciudadano y creyente a la vez".

VERDADES IMPUESTAS Con referencias al año jubilar dedicado a la Virgen de la Caridad del Cobre, el Pontífice señaló que "la verdad es un anhelo del ser humano y buscarla siempre supone un ejercicio de auténtica libertad". Sin embargo, también advirtió de que muchos prefieren los atajos e intentan eludir esta tarea. Concretamente, habló del "relativismo", que produce un cambio en el corazón, haciendo a estas personas "frías, vacilantes, distantes de los demás y encerradas en sí mismas. Personas que se lavan las manos como el gobernador romano y dejan correr el agua de la historia sin comprometerse", dijo.

Al concluir la ceremonia, el Papa se acercó al borde del presbiterio para saludar a los fieles que gritaban, al tiempo que Raúl Castro subió hasta el altar para saludarle. Allí, Benedicto XVI y Castro se estrecharon la mano y conversaron brevemente. Al volverse para despedirse, los vivas por el Papa se repitieron.