La fulminante destitución de Bo Xilai nos trae a la memoria aquella máxima de Lin Yutang que nos alertaba de que la política en China es un arte y no una ciencia. Con esa sabiduría se han manejado los hilos en este asunto. A pesar de su linaje familiar o sus credenciales gestoras más o menos impolutas, la figura de Bo Xilai se había asociado a una nueva lectura de algunos aspectos del maoísmo que producían hilaridad en algunos sectores dirigentes del PCCh.

En su ciudad-Estado de más de 30 millones de almas, Chongqing, experimentó un nuevo modelo de gestión que hacía hincapié en lo público y lo social, en la autogestión, en la recuperación del simbolismo rojo, en la búsqueda de expresiones políticas alternativas que pudieran conformar una tercera vía entre el inmovilismo y el pluralismo. Demasiado temerario... Su discurso parecía calar en una sociedad muy crítica con las desigualdades y que sentía comprensible añoranza del igualitarismo de los tiempos previos a la reforma. Por otra parte, su azote contra la corrupción sonrojó a todos y el responsable directo, Wang Lijun, fue encumbrado como héroe. Pero este acabó viéndose involucrado al parecer en la misma red que pretendía desenredar. De este modo, sirvió en bandeja la cabeza de su mentor.

Las críticas al denguismo que implicaba esta propuesta concitaron a un sector importante e influyente en la estructura burocrática, académica y militar, que poco a poco se fue organizando y amenazaba con dinamitar el consenso que ha venido primando en la dirección política en torno al rumbo marcado por la reforma iniciada en el año 1978.

Las invocaciones a la Revolución Cultural de Wen Jiabao al final de la sesión anual del parlamento chino venían a cuento de ese peligro de división del partido. La destitución de Bo Xilai es un gesto de firmeza que disipa tan enrarecida atmósfera, desautoriza cualquier titubeo con el maoísmo cualquiera que sea su fundamento si se aleja del tono oficialmente aceptable y en buena medida clarifica el horizonte del congreso del próximo otoño.

Su cese no significa que el PCCh comulgue con la prédica de Wen Jiabao al reivindicar una reforma política, vaga y que nunca acaba de precisar. Ese mismo Wen reclamaba desde la tribuna más control de internet generalizando el registro de usuarios de microblogs con nombres verdaderos que ya funciona en algunas ciudades.

En el mismo foro se ha podido oír a jerarcas como Wu Bangguo o Jia Qinglin descartando cualquier modificación básica del sistema y reafirmando la dirección absoluta del PCCh. Ambos expresaron su disconformidad con la proliferación de listas independientes en los comicios locales y lo que más les importa de la experiencia de elecciones democráticas en Wukan es evitar su contagio al resto del país.