Afirma que sus discursos y viajes se centran en la promoción de sus propuestas políticas, insiste en que arrancará su campaña una vez que sepa quién es su rival y asegura que no sigue las primarias republicanas que determinarán ese contrincante. Hoy, no obstante, Barack Obama es tanto el presidente de Estados Unidos como el candidato en busca de la reelección el 6 de noviembre: ha delineado su estrategia, ha reactivado su talento para recaudar fondos y tiene puesta la mirada en Mitt Romney --sin perder de vista a Newt Gingrich--, aunque por ahora deje a su equipo y al vicepresidente, Joe Biden, la labor de ataque directo.

Fue el discurso del martes sobre el Estado de la Unión lo que mejor mostró la línea estratégica que ha decidido seguir Obama. Si en circunstancias similares a las suyas en 1996 Bill Clinton optó por hacer suyo un gran tema asociado a los republicanos y proclamó : "La era del gran Gobierno se ha terminado", Obama recuperó las líneas que le lanzaron al estrellato en la convención demócrata del 2004 y terminó de sentenciar la contienda del 2012 como un duelo de filosofías, o, como dijo dos días más tarde, el enfrentamiento entre "dos visiones fundamentalmente diferentes sobre EEUU".

Con la secretaria del magnate Warren Buffett entre sus invitados, Obama selló el mensaje que ya ofreció a principios de diciembre en Osawatomie (Kansas), un bastión republicano donde Theodore Roosevelt presentó su plan para "el nuevo nacionalismo" y donde él aseguró que "el tema decisivo de nuestra era" es salvar la clase media. "Pueden llamar a esto guerra de clases todo lo que quieran --proclamó el martes--pero ¿pedir a un multimillonario que pague al menos lo mismo que su secretaria en impuestos? La mayoría llamaría a eso sentido común".

NUEVA RETORICA Denunciar la desigualdad, apostar por la justicia económica y social... "Las propuestas políticas son prácticamente las mismas (del 2008) pero la retórica es completamente distinta", ha analizado en la revista Politico el historiador Michael Cohen, que identifica un giro de 180 grados en el candidato que hace cuatro años presentó "un mensaje edificante y unificador en contraste con los divisorios del pasado".

Obama parece haber tirado la toalla en sus aspiraciones de ser emblema del pospartidismo pragmático y una de sus armas es denunciar la parálisis del Congreso, exacerbada desde que los republicanos recuperaron la mayoría de la Cámara baja en el 2010. Hoy no huye, sino que hace uso de un mensaje económico populista y un tono visceral y combativo, herramientas que le acercan a un ala de su partido que amenazaba con caer en el desencanto. "No solo está bien que busque la reelección criticando al Congreso, le animo a que lo haga", ha dicho Nancy Pelosi, líder demócrata en la Cámara Baja, donde 25 escaños les devolverían la mayoría.

ECONOMIA, EUROPA E IRAN Precisamente su esfuerzo en la lucha contra el déficit permite a Obama presentarse, frente al obstruccionismo republicano, como un gobernante que buscó el equilibrio. Gracias a la muerte de Osama bin Laden y al fin de la guerra de Irak, fortalece sus credenciales en seguridad nacional, tradicional punto débil en los demócratas. Sin excesivas posibilidades que salgan adelante, ha pisado el acelerador para plantear reformas en temas como inmigración. Y, con índices de aprobación que empiezan a superar los de desaprobación, su principal adversario puede ser la economía.

Pese a datos que apuntan a la recuperación, el paro sigue en el 8,5%. El incierto desarrollo de la crisis en Europa es constante amenaza. Y este verano deberá de decidir sobre posibles sanciones a países que sigan comprando crudo a Irán, lo que podría alterar el complejo y electoralmente determinante mercado del petróleo.