La gran y pesada burocracia del Partido Comunista de Cuba (PCC) celebra este fin de semana en La Habana una inédita Conferencia Nacional "presidida por la determinación de cambiar todo lo que debe ser cambiado", según dijo el presidente, Raúl Castro. Tras varios cambios económicos y en medio de una reveladora autocrítica, el partido único y todopoderoso afronta su propia renovación.

Más de 800 delegados discuten desde ayer en el Palacio de Convenciones habanero un centenar de propuestas para, según la convocatoria, "situar el partido a la altura de las circunstancias". Lo primero a modificar, había señalado Castro, "es la mentalidad, atada durante largos años a dogmas y criterios obsoletos". Pero las resoluciones de hoy no irán mucho más lejos de separar las funciones de partido y Estado, limitar a cinco años los cargos políticos y eliminar las discriminaciones por raza, género, religión y diversidad sexual.

El propio presidente atenuó las expectativas de esta primera conferencia del PCC y pidió "no hacerse ilusiones" con lo que es continuación y remate del sexto congreso, que se celebró en primavera. Pero muchos de los 800.000 militantes del partido recordaban ayer otras palabras de Raúl Castro: "O rectificamos o nos hundimos y hundiremos el esfuerzo de generaciones enteras". Sus opiniones modificaron 78 de los 96 objetivos del documento base en unas 65.000 reuniones, según la información oficial.

Los disidentes denuncian el "monopolio político" de un partido que "niega los derechos políticos a todos, incluso a sus miembros". El resto de la población, como los propios medios, está más pendiente del béisbol que de la conferencia.