Con un tono enérgico y a ratos desafiante, el presidente Barack Obama ha dicho esta madrugada que el mayor reto que enfrenta actualmente EEUU es el de preservar las condiciones de vida y las oportunidades de las que ha gozado la clase media en el último siglo ante la brecha creciente entre los más ricos y el resto de la sociedad. Durante su tercer discurso del Estado de la Unión, Obama ha defendido el papel del Gobierno como salvaguarda ante los excesos del mercado y ha delineado una larga lista de propuestas para reforzar la economía. Aunque ha vuelto a apelar a la unidad de la clase política, ha dicho estar dispuesto a combatir el obstruccionismo del Congreso.

La economía será el asunto central de la campaña electoral que empieza a tomar forma y ha dominado casi todo el discurso, relegando la política exterior a un segundo plano. "Podemos tener un país donde cada vez a menos gente le vaya realmente bien, mientras la mayoría apenas tiene para ir tirando", ha dicho el presidente, "o podemos reconstruir la economía para que todo el mundo tenga oportunidades, aporte lo que le corresponde y juegue con las mismas reglas". En este sentido, defendió una mayor contribución del 2% de los estadounidenses más ricos para ayudar a equilibrar el presupuesto, en consonancia con la llamada regla Buffet. Aquellos que ganen más de un millón de dólares al año, deberían pagar al menos un 30% de impuestos y perder el derecho a unas deducciones que a su juicio no necesitan.

Mensaje a los republicanos

Consciente de la respuesta de sus rivales republicanos, que le acusan de dividir al país y quitarle el dinero a unos para dárselo a otros, Obama les respondió directamente. "Podéis llamarlo guerra de clases tanto como queráis. Muchos estadounidenses lo llaman simplemente sentido común", dijo durante un discurso televisado en horario de máxima audiencia por todas las cadenas del país. La austeridad a la que se vio arrastrado durante el debate sobre la deuda del pasado verano, ha desaparecido prácticamente de su discurso, como le reclamaban las bases más progresistas del Partido Demócrata.

Obama volvió a delinear una política keynesiana para promover la inversión en infraestructuras y educación. También se comprometió a buscar fórmulas para reducir las tasas universitarias, reclamó la eliminación de las subvenciones a las petroleras para invertir en energías renovables y la supresión de los beneficios fiscales para las multinacionales que trasladan su producción fuera del país. "Ha llegado el momento de dejar de premiar a las empresas que sacan empleos fuera del país y empezar a recompensar a las que los repatrian", dijo.

Apoyo popular del 50%

El tono populista adoptado en los últimos meses le está dando resultados. Obama afrontó el discurso con un 50% de aprobación popular, el mayor porcentaje de los últimos meses. Con la reelección a solo diez meses vista, no solo lo aprovechó para marcar el tono de los próximos meses, sino también para recordarle al país sus logros. Desde la retirada de Irak, a los éxitos contra Al Qaeda, el rescate de la industria del automóvil o la más cuestionable regulación financiera para prevenir una nueva crisis.

Obama dijo que existe un déficit de confianza entre la calle y Wall Street, así como entre la calle y sus representantes en Washington. "Parte de ello se debe a la influencia corrosiva del dinero en la política", afirmó tocando una de las teclas que más resuenan entre los estadounidenses. Para resolverlo, propuso una ley que prohíba a los congresistas tener inversiones en empresas cuyo suerte dependa de algún modo de la legislación aprobada en el Congreso.

Contra el obstruccionismo

Una vez más volvió a tender la mano a los conservadores, en busca de la unidad, pero se mostró dispuesto a luchar. "Pretendo combatir la obstrucción con acciones y me opondré a cualquier esfuerzo para volver al mismo tipo de políticas que originaron la crisis económica", dijo ganándose la ovación de la bancada demócrata.

Unos minutos después de concluir su discurso, los republicanos respondieron asegurando que Obama no merece ser reelegido porque aunque no es responsable de la crisis del 2008, la economía no ha hecho más que agravarse en estos tres años. "No aceptamos que esta tenga que ser una nación dividida entre aquellos que tienen y no tienen", dijo el gobernador de Indiana, Mitch Daniels.