La candidatura al Elíseo requiere concesiones. En el caso de François Hollande, de 57 años, el precio se sitúa en el terreno personal. Para acercarse a un electorado moderadamente entusiasta con la personalidad del candidato, el ganador de las primarias rompió ayer con uno de sus principios: hablar de su vida privada. De natural discreto y pudoroso, forzó su naturaleza al evocar por primera vez su infancia en el seno de una familia modesta de provincias y de derechas. Se refirió a la influencia que tuvo sobre él uno de sus profesores y confesó que no es amante "ni de los honores, ni del protocolo ni de los palacios".

Ante los ojos de la que fuera su compañera durante 30 años y madre de sus cuatro hijos, Ségolène Royal, Hollande besó en los labios a su pareja actual, la periodista Valerie Trierweiler. En el estrado, sin embargo, evitó mostrar sus sentimientos. "Seré el presidente del final de los privilegios", prometió este político salido de la ENA, la elitista escuela en la que se forman los altos cargos de la República.

Diputado y presidente del consejo general del departamento de Corèze, el feudo del expresidente Jacques Chirac, su carrera se ha desarrollado en la sede del partido socialista --fue primer secretario entre 1997 y el 2008-- situada en la calle Solferino, en el barrio de Saint-Germain-des-Prés.