Si Washington pensó en algún momento que podría contar con el primer ministro iraquí para pilotar a su gusto el rumbo del nuevo Irak, se equivocaba. Nuri al Maliki no solo está dando pasos que predibujan un régimen autoritario y excluyente en líneas sectarias, sino que también ha puesto en marcha medidas para reforzar la soberanía iraquí tras la salida de los últimos soldados estadounidenses a finales de año. Según el diario New York Times , las autoridades iraquíes han arrestado en estas últimas semanas a cientos de civiles extranjeros que trabajan para el Gobierno de Obama o para empresas estadounidenses, incluidos algunos empleados de la embajada de EEUU, y han endurecido el régimen para renovar sus visados de trabajo.

Muchos de los arrestos se han producido en el aeropuerto de Bagdad o en los numerosos controles militares que salpican la capital, después de que las autoridades locales les pusieran problemas a sus visados o a sus permisos para portar armas o conducir por determinadas rutas. Muchos han pasado unas horas detenidos; otros, hasta tres semanas. La intención del Ejecutivo de Al Maliki parece bastante clara: quiere deshacerse de los residuos más prescindibles de la ocupación estadounidense, aprovechando la impopularidad de este ejército civil .

REPUTACION MANCHADA Durante todos estos años, miles de civiles han sido parte indisociable de la anatomía de la ocupación. Subcontratados por el Ejército, el Departamento de Estado o las multinacionales que trabajan en Irak, se ocupaban de la logística militar, la seguridad o la asesoría a la industria del petróleo. Llegó a haber más de 100.000. Pero fueron los paramilitares de compañías como Blackwater, rebautizada como Academi, Erinys y Zapata Engineering quienes más contribuyeron a manchar la reputación de este contingente con el que el Pentágono quería ahorrar costes y mejorar la eficiencia de unas labores tradicionalmente encargadas al Ejército.

El peor episodio se vivió en Bagdad en septiembre del 2007, cuando un grupo de mercenarios al servicio de Blackwater mató a 17 civiles iraquíes en la plaza de Nisour para despejar el paso a un convoy del Departamento de Estado. "Han causado mucho daño", declaró al Times un asesor del presidente Jalal Talabani. "Hay un sentimiento de rechazo generalizado hacia los empleados de seguridad que se ha trasladado al resto del personal subcontratado", añadió.

Desde la retirada de las tropas, a finales del 2011, quedan unos 16.000 estadounidenses en Irak. Buena parte de ellos son empleados de la embajada, pero también hay una legión de asesores militares encargados de adiestrar a las fuerzas iraquíes o instruirles en el manejo de las armas, los tanques y los helicópteros que Washington ha vendido al régimen de Al Maliki.

La nueva actitud de su Gabinete empezó a quedar meridianamente clara a finales de año, cuando su hijo empezó a expulsar a muchas de las compañías privadas y los civiles que operaban desde la llamada zona verde , el corazón fortificado de la Administración estadounidense en Bagdad. También se han endurecido significativamente los requisitos para renovar los visados de los civiles subcontratados.

GANAR POPULARIDAD Algunos analistas consideran que esa actitud está más relacionada con el deseo del Ejecutivo de Al Maliki de ganar popularidad interna que con un espíritu de confrontación real con EEUU. Pero al negarse a otorgar inmunidad a los miles de soldados que Washington pretendía dejar desplegados en el país, Irak ya dejó patente que estaba totalmente dispuesto a recuperar la soberanía. Y este último paso parece apuntar en esa misma dirección.