Yang Guang y Tian Tian mastican entretenidos unas ramas verdes de bambú, ajenos a las conspiraciones políticas que les acechan. El estallido de la guerra por la independencia de Escocia les ha pillado sin tiempo de adaptarse a su nueva vida. Las autoridades de China han prestado durante 10 años esta pareja de pandas gigantes al zoo de Edimburgo, pero su estancia puede acabar antes si Escocia decide independizarse. "Tian Tian y Yang Guang fueron un regalo al Gobierno del Reino Unido", ha advertido alguien en Westminster. "Nadie ha comprendido las ramificaciones de la independencia para los pandas", añade una fuente gubernamental.

El de los pandas es un ejemplo caricaturesco del revuelo causado por Cameron, que esta semana ha retado al ministro principal del Gobierno escocés, Alex Salmond, a celebrar un referendo sobre la independencia lo antes posible. La soberanía es el objetivo final del líder del Partido Nacional Escocés (SNP), pero la oferta no le interesa ahora. Por eso le ha devuelto el guante a Cameron, fijando la consulta para el 2014. De aquí a entonces espera que el voto de los independentistas, bastante minoritario de momento, (nunca ha alcanzado el 30%) haya subido lo suficiente para asegurar una victoria del sí.

INDIGNADOS La "batalla de los 1.000 días" entre Westminster y Holyrood, como la ha bautizado la prensa, ha comenzado. Pat, una profesora jubilada, está a favor de que "la gente pueda tener el control de su propio destino", aunque dice "no estar segura de la independencia".

Como casi todos los escoceses, Pat se siente furiosa "por la injerencia de Cameron, tratando de poner condiciones y de decirnos lo que tenemos que hacer". Su militancia es la de los indignados, que ocupan desde octubre el enfangado césped de St. Andrew Square y a los que ha llevado dos bolsas de comida. A los acampados, como Alan, peón de la construcción, no parece motivarles demasiado el pulso independentista: "Aquí hay mucha gente a la que le importa un pepino la política y los políticos, pero de todas formas creo que los ciudadanos deben tener su propia voz".

Las tiendas están plantadas en la misma plaza donde se halla la central del diezmado Royal Bank of Scotland (RBS). Las columnas neoclásicas, la bóveda acristalada y la gran escalera del vestíbulo son un recuerdo de su antiguo poderío. El RBS, que llegó a ser la décima mayor empresa del mundo, ha anunciado esta semana la supresión de 3.500 puestos de trabajo. Hoy es propiedad del Gobierno británico, que tuvo que salir a rescatarlo. Salmond sostiene que una nación escocesa tendría mejores recursos y perspectivas económicas, pero los empresarios creen que habría pocas diferencias.

La crisis y el paro son las preocupaciones prioritarias de los escoceses y solo un 12% considera más importante el tema de la soberanía. No es fácil además encontrar antrar a quienes se pronuncien decididamente a favor de la ruptura con el sur. Hollie, la peluquera del salón Regis, en el centro comercial Princes Mall, es una excepción. "Estoy absolutamente a favor de la independencia. Nunca la deberíamos haber perdido", dice mientras maneja el secador. Ella es un ejemplo de la nueva generación que ha crecido en una Escocia semiautonómica, con Parlamento propio. Ella votó al SNP y considera que "la independencia es sin duda lo mejor". Pero la posibilidad de que puedan pagarle el tinte en euros le pilla por sorpresa. "¿Tendríamos que dejar la libra? No lo había pensado", reflexiona la peluquera. Una Escocia soberana, según el Tratado de Lisboa, debería adoptar el euro. Y a pesar de que los escoceses se sienten a gusto en la Unión Europea, ese es un salto que nadie está dispuesto a dar.

INSTITUCIONES COMPARTIDAS En realidad los ciudadanos no saben a ciencia cierta qué significaría en términos prácticos convertirse en un país soberano. Si eso llegara a ocurrir, Escocia, que en estos momentos alberga muy a su pesar toda la flota de submarinos nucleares del Reino Unido, se desprendería de ella.