Fallecida esta madrugada a los 87 años en el hospital Georges-Pompidou, Danielle Mitterrand no solo será recordada como la viuda del presidente socialista François Mitterrand, sino como una apasionada militante de izquierdas comprometida con las causas de los pueblos oprimidos. El Gobierno y toda la clase política francesa rinde homenaje a esta "gran dama" de firmes convicciones, muy querida por la población, y cuyo paso por el Elíseo cambió la forma de entender el papel de primera dama.

El presidente francés, Nicolas Sarkozy, recuerda la "trayectoria ejemplar de una mujer que no abdicó jamás de sus valores y que mantuvo hasta el final los combates que ella consideraba justos". En un comunicado, el jefe del Estado expresa su admiración por la "independencia de espíritu" así como "la dignidad excepcional" de Danielle Mitterrand tanto en las victorias como en los momentos difíciles.

Su imagen en el entierro de su esposo, desaparecido en 1996, consolando a la hasta entonces hija oculta de Mitterrand, Mazarine Pingeot, causó gran impacto y admiración por su dignidad y humanidad. Los franceses descubrieron al mismo tiempo la doble vida del jefe del Estado y la existencia de Mazarine, fruto de la relación del expresidente con Anne Pingeot, conservadora del Museo d¿Orsay. Por deseo expreso de la difunta, Danielle, que tuvo tres hijos con Mitterrand (Pascal, que falleció a los dos meses, Gilbert y Jean-Christophe) será enterrada en Cluny, junto a su familia, y no en la tumba de su esposo.

El ministro de Cultura y sobrino de Danielle, Frédéric Mitterrand, ha puesto el acento en su contribución a "humanizar la presidencia de la República manteniendo su independencia y libertad de pensamiento y de expresión". Esta actitud puso en apuros en más de una ocasión a la diplomacia francesa. La polémica que levantó el beso que le dio a su amigo Fidel Castro en la visita oficial del jefe de Estado cubano al Elíseo en 1995 ha pasado a los anales, igual que el malestar que provocó en el Gobierno chino cuando recibió al dalái lama.

Para el exministro socialista de cultura, Jack Lang, Danielle era "un ejemplo, un modelo" y una mujer de "coraje". "La palabra resistencia la definía perfectamente", subraya Lang en referencia al origen de su militancia. La expulsión de su padre del puesto de director de liceo por negarse a denunciar a los judíos que estudiaban en el centro marcó profundamente a Danielle Gouze, que a los 17 años entró en la Resistencia contra la ocupación nazi. Allí conoció a François Mitterrand, al que ayudó a escapar de la Gestapo, y con el que se casó pocos meses después de conocerle, en octubre de 1944.

Danielle se dio pronto cuenta de que se había casado con un seductor, pero optó por quedarse a su lado y compartir su pasión por la política. "Con él no me aburría nunca", ha dicho en sus memorias. Su marido la definía como su "conciencia de izquierda". Una conciencia a la que rinden homenaje tanto Ségolène Royal como la primera secretaria del Partido Socialista, Martine Aubry, que han destacado su "dignidad" y su espíritu "combativo", que la llevó a crear, en 1986, su fundación France-Libertés, la plataforma desde la que ha luchado de forma incansable a favor de "los hombres y las mujeres oprimidos".

Viajera incansable, Danielle ha utilizado su fundación para defender al pueblo kurdo, los amerindios o los tibetanos. En los últimos años se concentró en el proyecto para facilitar el acceso al agua potable a los pueblos africanos. "Demostró que una causa, cuando es bella, no puede cansar, y es por ello que los franceses la respetaban profundamente", ha dicho el candidato socialista a las elecciones presidenciales de la próxima primavera, François Hollande.