El subsecretario de la Conferencia Episcopal Italiana, Domenico Mogavero, ha ofrecido al Vaticano como posible "interlocutor privilegiado" con Muamar Gadafi, dado el "punto muerto" al que está llegando la confrontación bélica en el campo de batalla en Libia. La oferta ha llegado pocas horas después de que el obispo de Trípoli, Giovanni Innocenzo Martinelli, la máxima autoridad diplomática del Vaticano en Libia, denunciara que las bombas de la OTAN habían alcanzado varios hospitales y habían matado a 40 civiles. Era la primera vez que una fuente no libia denunciaba muertes de civiles por los bombardeos de Francia y Gran Bretaña. En una entrevista la noche del jueves en la RAI, Mogavero planteó que "la Santa Sede puede actuar como interlocutor privilegiado de Gadafi". "Hay que poner en marcha la diplomacia vaticana para que se alcance una solución honorable del conflicto, que se encuentra en un punto muerto", ha insistido el dirigente de la conferencia episcopal. Contrariamente a cuanto habían hecho los papas anteriores frente a una intervención militar, Benedicto XVI ha mantenido en este caso un perfil más bien bajo y de segundo plano. El pasado 20 de marzo pidió públicamente que se atendiera a la población libia y aseguró que rezaba por ella, pero el pasado 27, cuando ya los diplomáticos del Vaticano habían inundado la secretaría de Estado con informes alarmantes sobre el tipo de operaciones bélicas en las que, decían, los aliados no se limitaban a defender a la población civil, el Papa pidió el cese de las hostilidades y dijo que era "urgente la exigencia de recurrir a todos los medios de que dispone la diplomacia". Presiones al Papa L''Osservatore Romano, diario oficial del Vaticano, ha definido "la operación militar puesta en marcha por Francia" como "una confusión" llevada a cabo "con prisa y sin ninguna coordinación". Y se ha sumado al presidente de la conferencia episcopal, Angelo Bagnasco, que también le ha pedido al Pontífice que trabaje para lograr una solución diplomática a esta guerra. Por razones que se ignoran pero que probablemente tengan que ver con el tipo de iglesia que imagina el papa actual, Benedicto XVI ha relegado a un segundo plano el papel de los nuncios (embajadores) de la Santa Sede. Sin embargo, éstos siguen haciendo su labor sobre el terreno, con un conocimiento territorial mejor que el de cualquier servicio secreto, por lo que suelen detectar antes que otros cuando ha llegado el momento en que la diplomacia debe sustituir a las armas.