Si las revueltas se contagian, también lo hacen las medidas para contenerlas. El presidente sirio, Bashar al Asad, echó ayer mano del manual de supervivencia empleado con suerte dispar por otros déspotas de la región para anunciar la dimisión de su Gobierno, un gesto para aplacar las protestas populares que desde el 18 de marzo han puesto en jaque a su régimen. El anuncio vino acompañado de multitudinarias manifestaciones en apoyo al presidente, aunque en buena medida orquestadas, ya que se dio instrucciones a los funcionarios y los sindicalistas para que asistieran.

Al frente del Ejecutivo seguirá de forma interina el actual primer ministro, Naji al-Otari, aunque por mucho que cambien las caras la remodelación carece de más valor que el simbólico. Los gobiernos en Siria apenas tienen poder. Es el presidente, su familia, el Ejército y el aparato de seguridad quienes mandan.

El anuncio sirve para confirmar una tendencia: la intención del régimen de contrarrestar las protestas y la presión internacional con reformas de apariencia sustancial. Hoy se espera que Al Asad se dirija a la nación por primera vez desde que comenzaran las protestas para anunciar el levantamiento del estado de excepción, mayor libertad de prensa o una nueva ley de partidos.

Nadie, sin embargo, cree que el carácter del régimen vaya a cambiar tras casi medio siglo de dictadura baazista. Ayer fueron arrestados cuatro abogados partidarios del cambio. Uno de ellos, Husein Isa, había defendido a un grupo de activistas arrestados en Damasco durante una protesta silenciosa para reclamar la liberación de los presos políticos y de los 15 niños detenidos --y ya liberados-- en Deraa por pintar eslóganes antigubernamentales.

La "brutal represión" condenada ayer por la jefa de la diplomacia estadounidense, Hillary Clinton, está funcionando. Cuanto más menguan las protestas --solo en Deraa (sur) y Latakia (noroeste) volvió a haber manifestaciones--, más se movilizan los partidarios del régimen. Decenas de miles de sirios expresaron ayer su apoyo al presidente en Damasco, Homs y Alepo. No pinta bien para los reformistas en Siria. Al régimen le salen aliados inesperados. Ni EEUU, ni Israel, ni Arabia Saudí parecen querer un cambio de régimen.