"Larga vida a Muamar el Gadafi", reza un mensaje en árabe pintado sobre la pared de la habitación 234 de la segunda planta del devastado hotel de Ras Lanuf. La pintura roja aún está fresca. Solo han pasado unas horas desde que las tropas gadafistas han huido hacia Sirte, la ciudad natal del dictador, tras el cerco de las fuerzas de la coalición. Atrás queda Bengasi, la capital de la Libia liberada, y siguiendo la línea del desierto libio, a la izquierda, y del mar Mediterráneo, a la derecha, los revolucionarios siguen empuñando fusiles al grito de "Allahu Akbar " (Dios es el más grande) tras la reconquista de Ajdabiya, Brega, Ras Lanuf y la pequeña Ben Jawad, de unos 3.000 habitantes, sitiada por mercenarios y francotiradores del régimen.

Decenas de vehículos y tanques blindados del régimen carbonizados yacen en los laterales de la carretera y a ellos se encaraman cientos de revolucionarios armados para vengarse del poder gadafista. "Yo soy como tú, periodista. ¿Y sabes qué hacia ese hombre con mis colegas? Les cortaba la lengua, las manos y los dedos", explica un joven llamado Abdelhamid, que desde el pasado 17 de febrero ha abrazado la causa revolucionaria. Se despide con el gesto de la victoria, convencido de que la ciudad donde nació el coronel caerá en las próximas horas, abriendo la puerta de Trípoli, la capital.

VIAJE AL INFIERNO Cualquier imprevisto puede convertir los casi 500 kilómetros de viaje hasta Sirte en un viaje al infierno. Las estaciones de servicio --abarrotadas de vehículos revolucionarios-- carecen de electricidad, lo que hace imposible que se pueda extraer gasolina con las mangueras automáticas. Los ingenieros de la revolución se ponen se manos a la obra para que el petróleo se extraiga de forma manual. Abren un agujero en el suelo, penetran en el depósito y con botellas de plástico sacan a cuenta gotas el oro negro.

Ben Jawad es, como la mayoría de las ciudades del este, polvo y arena, sembrada de chabolas precariamente levantadas a las que no les falta la parabólica. Es una ciudad fantasma, sin luz y sin habitantes.

Farjash es la única mujer voluntaria civil de Bengasi. Ha acudido al frente acompañada de su marido para atender a los heridos. Vigila atentamente los vehículos que regresan del fuego cruzado por la carretera entre Ben Jawad y Noufalia. "Soy asistenta de mi marido. He participado en cada uno de los frentes. Y sí, soy la única mujer", afirma esta bengasí, vestida con traje de militar y con un kalasnikov colgado del hombro.

La suerte corrida por la ciudad rebelde de Misrata, la tercera localidad del país, a unos 210 kilómetros al este de Trípoli, era confusa. El régimen libio, por boca del Ministerio de Exteriores, aseguró que la ofensiva gadafista había llegado a su fin y que "la ciudad" disfrutaba " de tranquilidad y seguridad". Un portavoz rebelde que no quiso identificarse, contactado por teléfono, precisó que parte de la ciudad estaba "bajo control de las fuerzas de Gadafi" y parte "bajo control de los rebeldes".