El palo y la zanahoria, hoy represión, mañana conciliación. La estrategia empleada por el presidente sirio, Bashar el Asad, desde que comenzaran las protestas prodemocráticas en el sur del país hace hoy una semana alcanzó ayer el paroxismo. A medida que se propagaba la noticia de que la represión del miércoles en Deraa había dejado un reguero de cadáveres de manifestantes desarmados, el régimen anunció su intención de "estudiar" reformas políticas sustanciales, como la derogación de la ley de excepción y la legalización de los partidos políticos. No parece que le quede otra. La posibilidad de que la revuelta se extienda al resto del país es hoy mayor que nunca.

No está clara la cifra exacta de muertos, pero sí se sabe que la mayoría se produjeron cuando la policía disparó contra cientos de jóvenes llegados de los pueblos vecinos para solidarizarse con las víctimas que había dejado la irrupción de las fuerzas de seguridad en la mezquita de Omari durante la noche. Los médicos del principal hospital de Deraa, una ciudad de 300.000 habitantes, predominantemente suní y con fuertes estructuras tribales, hablan de al menos 37, pero otras fuentes sitúan la cifra en un centenar. "La policía secuestró a algunos heridos de los hospitales y se llevó a los muertos de la calle. Tenemos los nombres de 45, pero creemos que pueden ser el doble", decía ayer una activista a este diario.

ESTADO ORWELLIANO Siria tiene mucho de estado orwelliano, desde el culto exacerbado al líder hasta la vigilancia ubicua de la policía política y los servicios secretos, el armazón del régimen junto al Ejército. La florida retórica baazista ensalza la libertad y la soberanía popular, pero la realidad es diametralmente opuesta. No hay libertad de prensa ni de asamblea, ni partidos, ni independencia judicial, ni separación de poderes.

Y la disidencia se paga muy cara, una de las razones por la que la revuelta en el sur no se ha extendido al resto de este país de 18 millones de personas, mayoritariamente suní pero gobernado por una élite alauí. "La gente está en shock por lo que ha ocurrido en Deraa, el país está hirviendo, pero aún no se ha roto la barrera del miedo. Hace dos días cuatro de mis amigos fueron arrestado por hablar con los medios y llamar a la movilización en Facebook", aseguró la joven activista de Damasco. Para hoy se ha convocado en todo el país una protesta bautizada como Día de la Dignidad, una prueba de fuego para comprobar si la mecha prende.

NUEVA MANIFESTACION Donde ya no queda miedo es en Deraa. Cerca de 20.000 personas se manifestaron ayer pacíficamente contra la matanza de la víspera. El régimen insiste en culpar de las muertes a "bandas armadas" y acusa a elementos extranjeros de instigar las protestas.

Siria no baila la música que impone Occidente en la región. Su alianza con Irán, Hizbulá o las milicias palestinas otorga a su política exterior un colchón interno de apoyo popular, pero le condena a una presión mayúscula desde Europa y Estados Unidos. Los mismos países que apenas han alzado la voz sobre la represión en Bahréin o Yemen ejercerán con Siria una presión semejante a la que vivió Irán al aplastar su revuelta prodemocrática, según el politólogo de la Universidad Americana de Beirut, Karim Makdisi.