En el quinto día de la intervención militar internacional, la batalla de Libia ganó ayer en intensidad, con la artillería del coronel Muamar el Gadafi asediando las ciudades de Ajdabiya, Misrata y Zauiya y las fuerzas áereas de la coalición tratando de frenar desde el aire esos ataques, con 175 salidas en las últimas 24 horas, muchas más que en las jornadas precedentes. Anoche, como cada día, fuertes explosiones volvían a sacudir Trípoli, concentradas en los alrededores del palacio presidencial.

Pero, paralelamente a la escalada bélica, crece la fractura abierta entre los aliados sobre quién ha de tener el mando de las operaciones. Y si a ello se suma la falta aparente de objetivos claros, la misión arroja a día de hoy más sombras que luces, pese a los avances de la coalición en el terreno militar.

Después de haber logrado neutralizar la aviación libia --"ya no existe más como fuerza de combate", explicó el comandante de la Fuerza Aérea británica (RAF), Greg Bagwell--, los aviones de la coalición bombardeaban ayer las tropas de tierra de Gadafi. "A fin de proteger a las poblaciones civiles, de acuerdo con nuestros socios de la coalición, estamos castigando a las fuerzas del coronel Gadafi que atacan a los núcleos de población", indicó a su vez el almirante estadounidense Gerard Hueber.

Establecer una zona de exclusión aérea y tomar "todas las medidas necesarias" para proteger a la población civil es el mandato que la resolución 1973 de la ONU dio el jueves pasado por la noche a la comunidad internacional. Sin más límite que la ocupación con fuerzas terrestres. Pero, ¿cuándo se considera que los civiles están protegidos? ¿Cuándo se puede dar esta misión por cumplida?

Ayer, era el secretario de Defensa estadounidense, Robert Gates, el que dejaba claro que "no hay un calendario" para poner fin a la intervención en Libia y afirmaba que "nadie está en situación de poder predecir el resultado" de la operación militar. "Hay muchos posibles resultados", añadía, al tiempo que dejaba claro que "corresponde a los libios" determinar su futuro.

CONSENSO ENTRE LIDERES Con estas declaraciones, Gates dejaba claro que el derrocamiento de Gadafi no es objetivo de las fuerzas aliadas. No es al menos el objetivo declarado pero nadie oculta que sería el deseable. Desde el presidente estadounidense, Barack Obama, al jefe del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, hay consenso en que Gadafi debe marcharse.

Y al fin al cabo, ¿qué mejor manera que proteger a los civiles libios que librarlos de un dictador que cuando empezó la revuelta en su país amenazó con matar a su gente "como ratas"? Pero de eso no habla la resolución de la ONU. Tampoco de una ofensiva que facilite el avance rebelde y que de ser así podría desembocar en dos posibles hipótesis: un cambio de régimen o la partición del país entre un oeste controlado por Gadafi y un este bajo control de los rebeldes.

La ausencia de un objetivo claro en esta guerra empieza a causarle problemas a Obama en su propia casa. Ayer, el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, le instó en una carta a clarificar "a los estadounidenses y al Congreso" cuál es la misión de las fuerzas estadounidenses en Libia.

Todavía metido en los avisperos iraquí y afgano y paladín del multilateralismo, Obama es consciente del coste que puede suponer el hecho de sumir a su país en una guerra de desenlace incierto. Por ello, desde el primer día trata de apartarse de la primera línea de la ofensiva y pasar a un segundo plano.

El pasado martes, el presidente estadounidense indicó que los aviones estadounidenses habían reducido de "forma significativa" sus vuelos sobre Libia. Pero ayer, de las 175 salidas que hubo, 113 fueron de aviones estadounidenses. Parece alejado de toda duda, pues, quién lleva el peso y el liderazgo de la operación en Libia.

DISCREPANCIAS Obama trata de ceder el mando a la Alianza Atlántica pero esta voluntad topa con las discrepancias entre los países de la coalición sobre cuál ha de ser el papel de la Alianza Atlántica. Por sexto día consecutivo, las conversaciones entre los embajadores de los países de la OTAN volvieron a cerrarse ayer sin acuerdo. La coalición internacional forjada contra Gadafi empieza a mostrar demasiadas brechas.